Los recientes ataques a patrullas de la Policía, al parecer por parte de miembros del ahora denominado “clan del Golfo”, y la asonada contra otros agentes en la comuna 16 Altavista, en Medellín, además de hostigamientos de la guerrilla del Eln contra soldados en Arauca, exigen levantar voz pública en respaldo de la tarea esencial que siempre cumplen las Fuerzas Armadas colombianas.
También están la Armada y la Fuerza Aérea, indispensables en la vigilancia de las extensas costas Atlántica y Pacífica, los numerosos corredores fluviales internos y las áreas de frontera de la nación.
Esos cuerpos militares y armados mantienen un rol clave en la cohesión social, territorial y política de un país expuesto por más de medio siglo a la amenaza de fuerzas contraestatales e ilegales empeñadas en lesionar y debilitar el modelo democrático y republicano que preserva las libertades y los derechos de los colombianos.
Actores de la ilegalidad, alimentados por el narcotráfico, que aun hoy, ad portas de la desmovilización de las Farc, mantienen actividad en considerables porciones de la geografía nacional y a los que se debe seguir combatiendo.
Los episodios recientes de un supuesto “plan pistola” contra la Policía, liderado por integrantes de la estructura criminal cuyo jefe es alias “Otoniel” (Dairo Antonio Úsuga), con ataques a patrulleros en el Noroccidente de Antioquia, y la resistencia de un combo delincuencial en la zona de Altavista, en Medellín, despiertan la solidaridad frente a la vigilancia permanente y el papel arriesgado que cumplen los uniformados para impedir que se empoderen y enquisten bandas en jurisdicciones rurales y urbanas.
Se trata de una labor que adelantan las Fuerzas Armadas en integración y coordinación con las autoridades del orden nacional, departamental y municipal. Una interacción definitiva para actuar con eficacia y apegadas a principios constitucionales y de poder civil innegociables.
Con motivo de estas hostilidades y riesgos, pero también a propósito de la importante fecha patria celebrada anteayer, es que tiene sentido despertar conciencia ciudadana sobre el irremplazable protagonismo que tienen el Ejército y la Policía en una democracia que busca perfeccionarse y deshacer los nudos de sus conflictos más dañinos.
Ahora que se habla de la reingeniería de las FF.AA., con motivo de un período de posconflicto, pero en el contexto de la permanencia de otras organizaciones ilegales (el Eln, el “clan del Golfo”, la disidencia del Epl y otras bandas criminales), es pertinente despertar sentimientos de admiración y respeto frente al trabajo persistente y valiente de las tropas oficiales. Para que se acrecienten su legitimidad y resultados en la defensa del territorio, de la seguridad y de las libertades individuales y colectivas. Hay que robustecer el influjo positivo y edificante de estos compatriotas que entregan tanto esfuerzo por sacar adelante a Colombia.
No se entendería que frente a unas Fuerzas Armadas leales al poder civil, y con una gran tradición de obediencia debida y subordinación, los ciudadanos se eximan de hacer sentir su apoyo y aceptación, pero en especial de condolerse por los soldados heridos o caídos en el combate a los múltiples fenómenos de criminalidad que aún afectan distintas zonas del territorio.
Jugarse a fondo por la legalidad y las instituciones pasa por reivindicar con firmeza a nuestras Fuerzas Armadas.
