En la sede del Departamento de Estado el presidente Biden pronunció un esperado discurso con los grandes lineamientos de su política exterior. Las palabras del mandatario no defraudaron y se transmitió un sólido mensaje de demarcación frente a lo que hizo su antecesor en la relación de Estados Unidos con el mundo.
De ahí que el lema que aparece en el discurso (Estados Unidos está de regreso) sea un mensaje para sus amigos de larga data, acompañado de acciones concretas en las que se aparta de las decisiones tomadas por su antecesor. No habrá más respaldo a la ofensiva en Yemen, se detiene el retiro de las tropas de Estados Unidos de Alemania y se aumenta la admisión de refugiados.
El mensaje más enfático es que Estados Unidos actuará en contra del autoritarismo como una guía de su política exterior. La diplomacia se hará con valores democráticos. Propone, de una manera novedosa e interesante, que la política interna no debe diferenciarse de forma drástica de la externa. Una forma de involucrar a los estadounidenses. Hay que dar ejemplo con los valores y prácticas democráticas, con lo cual Estados Unidos será un socio confiable y creíble.
Se vuelve a la cooperación para trabajar al lado de aliados y socios en lograr objetivos comunes, que en todo caso beneficien a los estadounidenses y mejoren su seguridad. La cooperación se extiende a las dos principales preocupaciones de Estados Unidos: China y Rusia, cada una por razones diferentes. La primera por sus pretensiones de querer llegar a ser la primera potencia mundial y la segunda por sus acciones agresivas. Al tiempo que en el discurso se les advierte con firmeza sobre los límites que tienen, se acepta que se puede trabajar con ellas, bajo ciertas condiciones.
En esa misma dirección, vuelve el multilateralismo como una forma de solucionar los grandes desafíos que tiene en frente la humanidad: el calentamiento global, la pandemia y la desigualdad. Ya se han dado algunos pasos muy significativos en esa dirección como el retorno al Acuerdo de París y a la OMS, con el consiguiente respaldo al mecanismo Covax concebido para la distribución de vacunas a los países más pobres.
Hay dos cosas que desde Colombia deberían preocupar del discurso. Primero, una explícita referencia proteccionista a que los consumidores deben preferir el producto estadounidense. Acompañada de una acción concreta como la de redireccionar las compras estatales hacia productos locales. A estos se les va a apoyar con recursos para investigación y desarrollo, y el aumento de sus ventajas competitivas. Falta ver qué consecuencias efectivas tiene esa afirmación para los socios comerciales de Estados Unidos.
De otra parte, no hay referencias concretas a cuál va a ser la política exterior en ciertos temas o para ciertas regiones. Se habla de invertir en diplomacia lo que significa recursos para el desarrollo económico, los sistemas de salud y la igualdad de derechos. No queda claro en qué ni en dónde se harán las inversiones.
De América Latina no hay una sola mención, solo la distinción de México como uno de los amigos más cercanos, de los que se espera le sirvan para empezar a reformar los hábitos de cooperación y las alianzas. Sin embargo hay tema en la agenda para América Latina: los migrantes, la droga, Venezuela, Cuba y la desigualdad, para mencionar algunos