La libertad es el gran privilegio humano que determina, desde el libre albedrío, nuestro destino. No siempre se es consciente de esta posibilidad constante de la vida, pero la realidad es que la vida propone opciones de forma permanente y, en consecuencia, se toman decisiones todo el tiempo. Es así como instante a instante elegimos caminos que traen consecuencias positivas, negativas e inciertas a nuestro presente. Y también definen cómo después de despertar a los reconocimientos o sanciones derivados de las elecciones tomadas, podemos una vez más actuar ya sea construyendo o destruyendo, creando de nuevo una oportunidad, una decisión y una consecuencia.
Mucho se habla de los derechos, poco de los deberes, a pesar de que van de la mano en el ciudadano y, con particular rigor, en el servidor público.
El señor Miguel Alejandro Calderón Chatet tomó dos decisiones equivocadas graves: falsear su hoja de vida y aceptar el nombramiento en el cargo de gerente General de EPM, no obstante ser contundente que no contaba con la experiencia requerida. ¿Las consecuencias? El rechazo social, ya que la junta directiva, las entidades de control y la mayoría del concejo municipal siguen brillando por su debilidad y ausencia.
Desde este espacio le solicitamos al recién nombrado gerente que, por dignidad, renunciara al cargo. Reconocemos en su retiro de este lunes un acto de dignidad y esperamos que esta experiencia se convierta en una reflexión personal y colectiva sobre –una vez más– las oportunidades, las decisiones y sus consecuencias.
El alcalde Quintero, de nuevo, está ante una decisión sobre cuál mensaje dar: asegurarse de que la ciudad y el país vean en sus actuaciones un compromiso superior con “la ciudad de todos”, o encerrarse en el ego, la ambición y la rabia que ya afecta su joven e inexperto gobierno por fuera de la Alpujarra, y que empieza a minar su liderazgo dentro de su propio equipo y estructura.
La junta directiva conformada por Jorge Andrés Carrillo, Omar Flórez, Jorge Iván Palacio, Bernardita Pérez, Guillermo León Diosa y Pablo Felipe Robledo, por libre nombramiento, y los vocales de control registrados por los comités de desarrollo y control social de servicios públicos, no han cumplido con las expectativas propias de su responsabilidad moral y estatutaria, pues es bajo su dirección que EPM está sufriendo la crisis histórica más grave desde su fundación, y es observada con dudas por inversionistas, calificadoras y el sistema financiero.
Las entidades de control a nivel local y nacional, contralorías, procuradurías y personerías, y ni siquiera el gobierno nacional y sus entidades de supervisión, presentan acciones relevantes de investigación que muestren su lupa orientada en observar la realidad de la segunda empresa pública más grande del país, cuya fragilidad actual representa un riesgo en su proyecto hídrico más importante, un potencial problema energético nacional y una inestabilidad política, social y económica evidente en la segunda ciudad de Colombia.
En cambio, la sociedad civil mostró con sus acciones colectivas su voz y su fuerza para expresar su decepción, frustración y rechazo por el manejo de esta administración municipal frente a EPM. Sin triunfalismos, sin revanchismo, esta acción debe continuar para suplir la ausencia cómplice de quienes se supone los representan en la protección de los intereses de la sociedad.
Y en esta coyuntura inestable y dramática, aparece en menos de 10 horas el cuarto gerente de EPM en el gobierno Quintero, el ingeniero Jorge Andrés Carrillo, miembro de la propia junta de la entidad según nombramiento de agosto de 2020. Su designación se recibe no sin polémicas, pues hay, entre otras, dudas legales sobre su posible incompatibilidad para asumir el cargo.
Esta conflictiva realidad del conglomerado no deja ganadores. La noble EPM es frágil. La empresa, símbolo y orgullo porque representa lo que los antioqueños son capaces de lograr unidos, está en estado crítico de salud, sin gobierno corporativo, sin independencia administrativa, con alteraciones en su rigurosidad técnica, desmotivación de sus empleados y sometida a intereses e impulsos políticos.
Es el momento de concentrarse en minimizar los daños y enfocarse en estrategias de rescate para recuperar su ímpetu y su proyección al futuro. Un reto de inmensas dimensiones