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En modo decrecimiento

No somos de la escuela según la cual hay que empobrecer y perjudicar a los humanos para salvar a la tierra. Es un misticismo apocalíptico sin base científica.

04 de septiembre de 2022
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Difícil semana tuvieron el Pacto Histórico y el gobierno de Gustavo Petro. La semana estuvo teñida de incidentes como el vergonzoso escándalo de su senador Álex Flórez, que no nos sorprende en Antioquia, pero que no deja de entristecer: este es el tipo de personas con las que se alió el Pacto Histórico bajo la consigna de que había que ganar a cualquier precio.

Tuvo también una salida destemplada el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo: este funcionario, normalmente tranquilo y de tono profesoral, respondió malhumorado y destemplado a las crecientes preocupaciones de los empresarios sobre la carga que tendrán que soportar si se aprueba la reforma tributaria.

No menos desconcertante la intervención del presidente Petro en el congreso de Andicom. Comparó la inequidad en la propiedad de la tierra con lo que él llamó desigual acceso a internet. Para concluir que el internet “es tierra virtual, un objeto de poder”. Una manera tan simplificada de ver el sector de las TIC, crítico para el progreso del país, dejó confundidos a muchos de los asistentes.

Pero tal vez el momento estelar de la semana, con todo, fueron las perturbadoras salidas de la ministra de Minas, Irene Vélez, en el Congreso Nacional de Minería.

La ministra merece todo nuestro respeto por su trayectoria académica. Evidentemente, es una persona capaz y brillante, que podría servirle al país desde muchas posiciones. Lo que no está nada claro es que la dirección de la política minera y energética del país sea el lugar adecuado para ella.

La ministra se refirió en este congreso al concepto de “decrecimiento” como solución al cambio climático. Minutos después, en medio de un evidente nerviosismo, que denota tal vez su inexperiencia en estos escenarios, salió de una rueda de prensa sin responder preguntas. Se le valora que horas después pidió disculpas por este incidente, aunque preocupa esa actitud frente a la labor legítima del periodismo.

Aquí no somos de la escuela del decrecimiento. Está visto y comprobado que las mejoras en el nivel de vida de la sociedad, y no hablamos de mejoras frívolas, sino de mejor alimentación, mejor vivienda, acceso a agua potable y mejores servicios públicos, mejor educación, medicamentos, tratamientos de salud, mejores condiciones de empleo, antibióticos, vacunas, e incluso mayores posibilidades de descanso y recreación, son producto del crecimiento de la economía.

Tampoco somos de la escuela del negacionismo. Reconocemos la gravedad y urgencia del cambio climático, y nos aterran las noticias que llegan de todo el mundo sobre sus manifestaciones: la ola de calor en Europa y las islas británicas, la sequía en China, las avalanchas en Paquistán, incluso la alteración de patrones climáticos en nuestro propio país es evidente. El informe por entregas que hemos venido publicando desde el miércoles y que hoy concluye, sobre los efectos del cambio climático en Medellín, son una muestra de nuestra preocupación e interés en el tema. Creemos que la humanidad tiene que reaccionar con urgencia.

Pero, definitivamente, no somos de la escuela según la cual hay que empobrecer y perjudicar a los humanos para salvar a la tierra. Eso no tiene ningún sustento. Es un misticismo apocalíptico sin base científica. Y que suena, a veces, como el anhelo de que la humanidad sea castigada por haber provocado la catástrofe ambiental.

Estamos, por el contrario, convencidos de que serán los avances de la economía los que, de la mano de la ciencia, contribuirán a salvarnos del precipicio. Para que logremos producir más y mejor usando menos recursos y menos energía. Para que encontremos las tecnologías sin que tengamos que condenar a la gente a la pobreza. Decir que si empobrecemos al mundo se reducirán las emisiones no es ninguna genialidad: claro que así sería, ¿pero a qué costo? Al costo de un menor nivel de vida para todos, a costa del empobrecimiento de todos nosotros.

La ministra se refirió a esta idea diciendo que Colombia tenía que exigir, en los escenarios geopolíticos, que los países avanzados frenaran su crecimiento. Esto, además de basarse en la idea equivocada, es simplemente ingenuo: ¿alguien en serio cree que los países se van a empobrecer porque Colombia se los pide? Si esa es la estrategia, estamos realmente mal.

Pero nuestra mayor preocupación no es que esto solo lo crea la ministra. Nuestra preocupación es que esta sea bandera del presidente y, lamentablemente, parece que lo es. Sucedido el incidente, salió a defender a la ministra, apoyando tesis incluso más radicales como las de Serge Latouche, quien sostiene que el crecimiento sostenible es un imposible, y que la única alternativa es decrecer. Y en adelante Petro repitió, tanto en Twitter como en su propia intervención en el congreso minero al día siguiente, que el mundo no puede seguir creciendo.

Si este es el objetivo del gobierno, entonces que lo ponga sobre la mesa. Que fije como objetivo una tasa anual de contracción de la economía colombiana. Ya tuvimos decrecimiento en 2020 por la pandemia, y miren cómo quedamos. Venezuela es modelo de decrecimiento: en la última década su economía ha decrecido en más de un 70 %; lo que ha pasado allí es lo que pasa cuando una economía decrece: hambre, sufrimiento, caos social; no se explica uno dónde están las bondades del decrecimiento cuando más de seis millones de venezolanos han tenido que huir de él.

Si entonces lo que el presidente quiere es que el país se empobrezca, que haga explícito que esa es su política y su objetivo. Y no más engaños 

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