La visita de Francisco, Jorge Mario Bergoglio, la tercera de un Papa al país, puede entenderse como un gesto de compañía espiritual y de liderazgo estimulante para un país que trata de encontrar soluciones a conflictos históricos y profundos de todo orden, no solo los relacionados con los actores armados y los ambientes de ilegalidad. Por eso él no vendrá a dar fórmulas de solución a los problemas de la Colombia contemporánea sino a invitar al ejercicio creativo y tolerante de encontrarlas juntos, aun en las diferencias propias de cualquier sociedad democrática y laica, pero de una mayoría católica fervorosa.
El “germen político” del discurso del Papa Francisco ha sido un humanismo generoso, crítico, consciente, trasparente e integrador. Su mensaje evita doctrinas e ideologías divisorias, de polaridades y reaccionarismos. Es invitación a cambiar modelos y prácticas que han “alejado al hombre de poder ser hombre” en la plenitud de su potencial solidario, desde el plano individual y también colectivo.
La ruta de Francisco pasará por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. La capital es la sede cardenalicia. Al Meta irá porque es la puerta de entrada a territorios bastante afectados por la confrontación armada y sus violencias. En territorio antioqueño honrará la mayor presencia eclesial del país y a Cartagena acudirá para recordar a San Pedro Claver y su lucha por liberar a los esclavos. Quiere, además, reivindicar a la población afrocolombiana y a capas marginales, en su dignidad y aportes.
Después de 31 años de la visita de Juan Pablo II, en 1986, y de la de Pablo VI, en 1968, quien solo estuvo en Bogotá, para Medellín la estadía del Papa significará un reconocimiento a sus avances sociales, culturales y económicos. En su capacidad de resiliencia (de transformarse desde las adversidades y la violencia marcadas de otros años), la llegada de Francisco a la ciudad será un paso más para proyectarla al mundo desde la celebración espiritual y católica.
Las autoridades vaticanas y el episcopado en Colombia enfatizan en que la visita no tendrá objetivos ni acentos políticos: “viene para unir, no para dividir. Los desafíos del país van más allá de la coyuntura actual”. Pero a juicio de los analistas, y de la figura misma de indiscutible protagonismo que tiene el Papa como jefe de Estado y líder mundial, frente a los debates y las preocupaciones planetarias, entre el 6 y el 10 de septiembre próximos, Francisco dejará el legado de sus reflexiones, en aciertos y críticas, sobre las iniciativas de cambio social y desarrollo de los procesos de implementación del acuerdo con las Farc y de negociación con el Eln.
No será un énfasis directo en el contenido y las implicaciones políticas de la búsqueda del fin total del conflicto, pero sí en los retos de reconciliación y perdón que tiene la sociedad colombiana. El lema escogido para su periplo es bastante incitador en tal sentido: “Demos el primer paso”.
El discurso del Papa, con sus ejes puestos en el diálogo y el fin de las guerras actuales y la protección del ser humano y del medio ambiente, atravesará las discusiones esenciales de la realidad nacional.
Con él aquí, los reflectores de la comunidad internacional se posarán sobre la Colombia que pretende encontrar, en los interrogantes internos y externos, la capacidad de fijar puntos de entendimiento, compromiso y acción, para desvanecer los odios del pasado y abrir caminos de respeto y construcción de convivencia y bienestar.
Francisco viene para alentar gestos que construyan paz.