El cese al fuego que anunció el presidente Gustavo Petro con cinco grandes bandas criminales (incluyendo al ELN y a las disidencias de las Farc) se suponía que era bilateral, que estaría vigente durante todo el primer semestre y que sería prorrogable. En la vida real el tal cese bilateral no existe y, lo que es peor aún, en la práctica terminamos en un cese al fuego unilateral, uno que solo observa y cumple la fuerza pública.
La instrucción del gobierno a las fuerzas armadas ha sido la de cesar las acciones, con excepción del caso del ELN, en el cual el gobierno tuvo que echarse atrás luego de ser desmentido por ese grupo. Están vigentes los decretos que ordenan suspender las operaciones militares y policiales contra el Clan del Golfo, las autodefensas de la Sierra Nevada, la “Segunda Marquetalia” y el autodenominado “Estado Mayor Central de las Farc”.
La población de Puerto Rondón, en Arauca, por ejemplo, vive una situación de extrema gravedad pues ha quedado en medio de fuertes enfrentamientos entre el ELN y disidentes de las Farc. “La tregua no la acogen ellos”, explicaba el personero del municipio. Y no son los únicos que están sufriendo: hechos graves de violencia armada se denunciaron desde el Cauca, el bajo Calima y el sur de Bolívar la semana pasada. La situación humanitaria de numerosas poblaciones del país es dramática.
El Gobierno parece estar jugando con fuego: paraliza la acción militar y policial y de facto da vía libre a los grupos armados para que continúen con su violencia. Lo único que puede emerger de ese escenario es un agudo sufrimiento de la población civil, que no solo queda a merced de delitos como la extorsión y el reclutamiento forzoso, sino también en medio de las balas que se cruzan organizaciones que generan confinamiento, desplazamiento, hambre y dolor.
No podemos ignorar que esto ocurre en el contexto de una verdadera purga que el gobierno Petro llegó a hacer en las fuerzas militares y de policía, en virtud de la cual decenas de altos oficiales salieron de estas instituciones y con ellos se perdieron valiosas experiencias y capacidades. Es preocupante que a la fuerza pública por un lado se le debilite en sus capacidades humanas y por el otro se le amarren las manos con decretos que la contraparte no está interesada en cumplir.
El cese bilateral continúa siendo un misterio. Por donde se le mire. Ya habíamos preguntado ¿Qué significa un cese al fuego con un grupo mafioso? En teoría ellos no combaten con el Estado sino que delinquen. ¿Van a dejar de vender cocaína? La Arquidiócesis de Bogotá dijo que veía al gobierno Petro muy ingenuo con ese proceso. Tal vez, más que ingenuo, con el paso de los días parece ser otra de sus propuestas populistas que solo son frases para quedar bien con la tribuna pero que en la práctica no se hacen realidad.
No hemos podido saber a ciencia cierta por qué el Presidente lo anunció sin que estuviera pactado y definido en sus detalles. Las entidades que usualmente tienen que ver con el tema, como la iglesia o las organizaciones multilaterales, tampoco saben nada. Ellas, al igual que la propia fuerza pública, se enteraron por Twitter. Juan Pappier, subdirector encargado para la región de Human Rights Watch, lo sintetiza muy bien: no se sabe cuáles son los compromisos y obligaciones de las partes, por lo cual el cese al fuego sigue siendo un enigma.
Lo que han dicho personas cercanas al gobierno es que sus colaboradores hicieron quedar mal a Petro. Una explicación que de ser cierta indicaría el grado de incompetencia con el que se está manejando el país: un presidente no puede simplemente anunciar un cese al fuego bilateral porque su comisionado de paz o un asesor se lo dice al oído. Otty Patiño, exguerrillero y uno de los negociadores del Gobierno, dio otra versión: que pensaron que el ELN quería el cese bilateral. Si la primera explicación era insólita está no tiene presentación, sugiere que la compleja situación de violencia del país la están manejando como si se tratara de una pelea callejera en la que alguien simplemente puede decir: ¡bueno muchachos ya no peliemos más! Y sanseacabó