Se comienzan a conocer estimativos del costo de la pandemia. Esta última, no solo ha traído duras consecuencias sanitarias sino también repercusiones económicas no vistas antes. El más reciente cálculo lo dio a conocer el ministro de Hacienda. Sostiene el ministro que la economía colombiana perdió por la pandemia 330 billones de pesos. Un poco más de la tercera parte de lo que Colombia produjo en 2019 (en términos corrientes).
El cálculo del ministro fue hecho, según su explicación sucinta, sumando las pérdidas actualizadas en valor agregado que tendría la economía hasta 2026. Como se sabe, esta comenzó a desacelerar desde el primer trimestre de 2020 (1,4 % de crecimiento), cuando al final del periodo se comenzaron a conocer las primeras medidas sanitarias, y se desplomó en el segundo trimestre (-15,7 %), a medida que aumentó el confinamiento. Lo que el cálculo está mostrando es que la economía se tardaría al menos cinco años en volver a sus niveles de prepandemia.
Es cierto que los datos más recientes muestran mejoría. La demanda doméstica está corrigiendo de acuerdo con la encuesta de confianza al consumidor o las cifras de gasto de los hogares. La evidencia de las encuestas muestra contrastes, mientras que algunos hogares tuvieron un ahorro forzoso durante el confinamiento y ahora estarían dispuestos a gastarlo en bienes durables, otros ven su futuro con temor y reducen cautelosamente su gasto. La inversión, por su parte, comienza a mejorar lentamente, jalonada por la vivienda.
Se observa asimetría en la recuperación sectorial, la que adicionalmente se produce en medio de una gran incertidumbre. La industria va bien, de acuerdo con su demanda de energía, pero el impulso que llevan los servicios no es el mismo. Este sector es más sensible a los temores de contagio y todavía sufre por el distanciamiento social.
El ministro también planteó otro tema de la mayor importancia, sobre el cual todavía hay relativamente pocos estudios: los daños permanentes que puede haber sufrido la capacidad productiva de la economía por cuenta de la pandemia y que pueden limitar la dinámica de la recuperación. Muchas de las empresas que debieron cerrar no volverán porque dejaron de ser viables. Esa capacidad instalada se perdió y su ausencia se sentirá a medida que la demanda se recupere.
Por el lado del mercado laboral la situación es muy complicada. En el segundo trimestre de 2020, el país registró la tasa de desempleo urbano más elevada de la historia reciente, 24,6 %. La tasa de desempleo a julio, a nivel nacional, fue del 20.2 %. Con 4,5 millones de personas desempleadas y un total de inactivos de casi tres millones de personas. Estos últimos, aunque no figuran como desempleados en las estadísticas del Dane, se encuentran en una situación precaria al haber perdido la fuente de sus ingresos. El agravante para los cesantes es la dificultad para recuperar su empleo. Tanto por las características de nuestro mercado laboral que hace difícil y costosa la generación de puestos de trabajo, como por los daños sobre el tejido empresarial.
Es cierto que hay que poner en el otro lado de la balanza las vidas que se salvaron por cuenta de las medidas de confinamiento. Estas redujeron la velocidad de propagación del virus y permitieron adecuar al sistema de salud para atender a los contagiados. Eso es muy valioso, pero se dio con un elevado costo económico que apenas se empieza a dimensionar.