Los fastos celebrados la semana pasada en la Casa Blanca, con motivo de la invitación del presidente Barack Obama a un nutrido grupo de funcionarios y amigos del actual gobernante colombiano para celebrar los 15 años del Plan Colombia, no pueden opacar análisis más sensatos sobre lo que el gobierno norteamericano dijo, y que aquí en nuestro país ha quedado velado por la propaganda oficial.
Llama la atención, por ejemplo, que en el comunicado emitido por la Oficina de Prensa de la Casa Blanca el día de la visita del presidente Juan Manuel Santos, se haya hecho un recuento de los logros que, a ojos del gobierno estadounidense, se alcanzaron con el Plan Colombia, y que en ninguna parte se haga referencia a resultados en materia de lucha contra el narcotráfico.
Es decir, el principal componente que Estados Unidos había fijado en el año 2000, aparte del fortalecimiento de la justicia y de las instituciones democráticas, no aparece en el balance. Esa omisión tiene explicación clara en las mediciones sobre incremento de cultivos de coca y de producción de cocaína, crecientes en los últimos seis años.
Otro asunto que debió atormentar al presidente Santos y a su numerosa comitiva fue la sinceridad cruda con la que el secretario de Estado, John Kerry, despachó de plano una pregunta -muy oportuna, por demás- sobre el levantamiento de la categoría de grupo terrorista con la que las Farc están etiquetadas por Estados Unidos.
Kerry tuvo el sentido común de decir lo que ningún alto funcionario colombiano ha sido capaz de expresar: se deja de ser definido como terrorista no solo cuando se deja de cometer crímenes, sino cuando ya no se tienen armas en la mano para seguir delinquiendo. “Aún no hay paz”, dijo Kerry. Todo a su debido momento.
Tampoco se fueron por las ramas al hablar de la extradición de los cabecillas de las Farc que tienen cuentas pendientes con la justicia norteamericana. El enviado especial de E.U. para el proceso de paz, Bernard Aronson, había dicho ya que los delitos contra intereses norteamericanos no pueden ser borrados de buenas a primeras. Y Kerry dijo que su país seguirá pidiendo las extradiciones de conformidad con los acuerdos bilaterales, aunque respetando la autonomía de Colombia para concederlas o no.
En todo caso, es verdad que las intervenciones tanto del presidente Obama como del secretario Kerry fueron de apoyo incondicional al proceso de negociaciones con las Farc y, en ese sentido, el presidente Santos puede considerar exitosa su estrategia internacional en torno a su política de paz, como en su momento lo fue la del presidente Andrés Pastrana.
Se anuncia, pues, un nuevo plan: “Paz Colombia”, ante el que la Casa Blanca fija tres pilares: 1) Consolidación en seguridad y operaciones antidroga, y “reintegración de las Farc a la sociedad”; 2) Expansión de la presencia del Estado y las instituciones para fortalecer el estado de derecho y las economías rurales, en especial las de zonas de conflicto; y 3) Promoción de la justicia y otros servicios esenciales para las víctimas del conflicto.
El gobierno colombiano ha hecho en varias ocasiones cuentas muy optimistas sobre lo que será la cooperación internacional para la financiación del posconflicto. Esta anunciada ahora por Estados Unidos es apenas una propuesta, pero la única que tiene números. Es hora de que la propaganda de la paz pase ya a cifras concretas que aterricen las perspectivas sobre el mundo real que nos espera.