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La tasa de fertilidad en Colombia ha descendido de 7 en 1960 a 1,7 hoy. Por debajo de países como Francia, Dinamarca o Australia.
El mundo todo se está volviendo más viejo, pero Colombia, su población, está envejeciéndose aún más rápido que el resto del mundo.
Hace veinte años, la tasa de fertilidad global, es decir, el promedio de hijos nacidos por cada mujer en edad reproductiva, rondaba los 3. Un número por encima del 2,1 de lo que se conoce como la “tasa de reemplazo”. Esta tasa es el nivel que se necesita para tener una población estable a lo largo del tiempo. Si la tasa de fertilidad llega a ser menor que la tasa de reemplazo significaría que la población mundial comenzaría a reducirse. Por eso se han disparado las alertas porque para 2023, la tasa de fertilidad global descendió a 2,3 y continúa bajando rápidamente.
Hay que decir que las principales economías del mundo presentan todas tasas de fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, el número de nacimientos fue de 3,66 millones durante 2022, cifra prácticamente inalterada en comparación con 2021 y un 15% por debajo del máximo alcanzado en 2007. También hay casos extremos, como el de Corea del Sur, con una tasa de fertilidad de apenas 0.8, lo que implica que la próxima generación tendrá menos de la mitad del tamaño que la generación de sus padres.
No obstante, la caída en la tasa de natalidad no es exclusiva de los países ricos, que valga decir ya han aprovechado el auge demográfico. También se observa en naciones de ingresos medios y bajos, lo que representa riesgos existenciales para el futuro de sus economías.
China, a pesar de tener un ingreso per cápita casi cinco veces inferior al de Estados Unidos, experimenta una desaceleración más pronunciada en su natalidad: su tasa de fertilidad se acerca a 1.2, una de las más bajas del mundo. Incluso India, a pesar de ser el país más poblado del mundo, ha alcanzado una tasa de fertilidad de menos de 2.1: parece que pocos países escapan a esta tendencia.
Colombia, en lugar de ser la excepción, se destaca como uno de los casos más notables de este fenómeno. Según el Dane, se registraron 574.000 nacimientos en 2022, la cifra más baja desde 2012. Esta tendencia se mantuvo en 2023, ya que hasta octubre, el país contabilizó 428.000 nacimientos, lo que representó una disminución de 49.000 registros en comparación con el mismo periodo en 2022.
De acuerdo con datos del Banco Mundial, la tasa de fertilidad en Colombia ha descendido de casi 7 en 1960 a cerca de 3 en 1990, y en la actualidad ronda los 1.7, cifra cercana o incluso por debajo de la de países desarrollados como Francia, Dinamarca, Islandia, Irlanda o Australia. Hace 40 años, por cada adulto mayor de 65 años había cerca de tres niños menores de 5 años. En cambio, hoy en Colombia hay menos niños menores de 5 años que adultos de 65 años o más. Colombia se está envejeciendo antes de hacerse rico, con consecuencias determinantes para el devenir del país.
Por un lado, está la consecuencia obvia en el crecimiento económico: con una fuerza laboral más reducida, manteniendo todo lo demás en nuestra economía constante, nos conducirá automáticamente a un menor crecimiento económico. Sin embargo, como bien lo resaltó un informe del año pasado de The Economist, el impacto en la economía también se verá en otras dimensiones más allá de la fuerza laboral, en muchas formas que hoy son difíciles de prever.
Un reciente estudio muestra por ejemplo cómo las tasas de patentes por descubrimientos alcanzan su punto máximo alrededor de los primeros 40 años de vida tanto para mujeres como para hombres, sugiriendo que una población económicamente activa con una edad media cada vez mayor podría volverse menos innovadora. Hallazgo similar al de otro estudio sobre demografía y emprendimiento que advierte que la proporción de adultos que inician su propio negocio es notablemente menor en países más envejecidos.
Sin embargo, las consecuencias del envejecimiento poblacional se reflejarán de forma más inmediata en la creciente presión sobre el gasto público del país. Serán menos las personas en edad laboral disponibles para contribuir con los impuestos necesarios que financian los sistemas de salud y pensiones para los ciudadanos mayores, cuyos costos aumentarán conforme avanza el envejecimiento de los colombianos.
A pesar de lo elocuente del panorama, estos aspectos críticos parecen haber sido olvidados en los actuales proyectos de reforma pensional y de salud que se debaten en el Congreso de la República.
En la reforma pensional, en lugar de fomentar el ahorro en el sistema privado, se propone que millones de nuevos cotizantes ingresen a Colpensiones. Esto podría resultar en la insostenibilidad del sistema a mediano plazo, debido al incremento de pensionados y la disminución de cotizantes que financien estas pensiones.
En cuanto al sector salud, se anticipa que una población cada vez más envejecida demandará mayores gastos. Sin embargo, la cuestión de cómo asegurar recursos adicionales para el sistema parece relegada a un segundo plano. El Gobierno Nacional parece mucho más enfocado en una reforma cuyo objetivo principal es la estatización del sistema, mientras en paralelo el Ministerio de Salud parece dejar intencionadamente sin los recursos necesarios a un sistema que los requiere más que nunca.