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Cayeron las tarifas ¿Por qué?

La clave para mantener tarifas competitivas en Colombia radica en multiplicar inversiones en fuentes limpias y económicas para tener más energía disponible; pero el Gobierno, más que ayudar, ha enturbiado el panorama.

hace 9 horas
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  • Cayeron las tarifas ¿Por qué?

Una buena noticia para el bolsillo de los colombianos: durante 2025 hemos pagado por concepto de tarifas de electricidad menos de lo que pagábamos en 2024.

Y esto se explica porque mientras la inflación general se ubicó en junio de 2025 en 4,82%, anual, el rubro específico de electricidad fue también de 4,82%, pero negativo. En el lenguaje corriente se suele decir que la inflación bajó, porque es menor que la del periodo anterior, pero en realidad no es que los precios bajen sino que suben un poco menos que antes. En este caso, los precios de la canasta familiar subieron 4,82%. Pero en el rubro de la electricidad, por el contrario, sí bajó: ese indicador negativo dice que estamos pagando tarifas más baratas que hace un año.

¿Cómo se dio eso? El presidente Gustavo Petro ha tratado de sacar pecho atribuyéndose ese logro, pero la verdad es más sencilla: las tarifas bajaron porque la materia prima para producirla, que es el agua, se ha vuelto abundante en los últimos meses y por ende cuesta menos producir la energía.

Esta es una buena oportunidad para explicar cómo se define la tarifa en el sistema eléctrico en Colombia. Los dueños de las empresas que producen energía no pueden poner el precio que se les ocurra. El precio del kilovatio hora consumido está reglamentado por una fórmula precisa en la que se incluyen todos los eslabones que aportan para que, al accionar un interruptor, se encienda el bombillo. Estamos hablando de las generadoras (que son las que producen la energía, entre otras, las grandes hidroeléctricas, las térmicas o los parques de energías no convencionales), la transmisión (que son las grandes torres que se convierten en “autopistas” para transportar con alta tensión la energía desde el lugar en el que se produce a las distintas regiones del país), la distribución (que son los cables dentro de las ciudades que cubren la “última milla” de la energía hasta los hogares) y por último la comercialización (que es la empresa que, por lo general, vemos en la factura).

Son cuatro actores pero en la fórmula de la tarifa, el componente de generación suele representar alrededor del 35%, y el año pasado se puso caro por causa del Fenómeno de El Niño. Con menos lluvias bajó el nivel de los embalses —que proveen la mayor parte de la energía del país— y obligó al sistema a recurrir con mayor intensidad a plantas térmicas a gas o carbón. Por fortuna, estas plantas estaban disponibles para evitar un apagón, pero los combustibles fósiles, a diferencia del agua, son más costosos, lo cual hizo más cara la producción (generación) de energía.

¿Qué cambió en 2025? ¿Acaso se modificó el modelo?

No. Precisamente el mismo mecanismo que encareció la generación —pero garantizó el suministro— ahora, bajo condiciones climáticas normales y con embalses llenos, ha propiciado que las tarifas disminuyan: en lo corrido del año, el costo de generación ha caído cerca de un 24%. Las lluvias elevaron de nuevo la participación de la hidroelectricidad, confiable, limpia y barata, en la matriz energética: los embalses pasaron de mínimos históricos a niveles superiores al 80%. En consecuencia, el precio en bolsa —que en pleno Niño se fijó muchas veces por la más costosa energía térmica— se ha desplomado cerca de 60%. Esta combinación ha reducido el costo del componente de la generación y, por ende, el valor que los colombianos ven en sus facturas.

Cuando la energía limpia y barata abunda, como sucede hoy gracias a condiciones hidrológicas favorables, el país entero se beneficia: es del máximo interés de todos los actores que esa realidad perdure.

La clave para mantener tarifas competitivas en Colombia radica, entonces, en multiplicar las inversiones en fuentes limpias y económicas para tener más energía disponible y de esa manera sea más barata para los usuarios; pero es aquí donde el Gobierno, más que ayudar, ha enturbiado el panorama.

Para que sigan llegando las cuantiosas inversiones que exige un sector tan intensivo en capital, y cuyos retornos se miden a largo plazo, se requieren reglas claras y estables: justo lo contrario de lo que ha hecho el Gobierno. El propio presidente, en plena televisión nacional y en el momento más crítico del último Niño, no perdió ocasión de equiparar a los actores del sector con delincuentes.

Conviene recordar que el modelo eléctrico con el que hoy contamos no puede darse por descontado. En las tres décadas transcurridas desde los apagones de los años noventa, Colombia consolidó un sistema robusto: cobertura cercana al 98%, altos estándares de calidad y cero racionamientos, incluso bajo eventos climáticos adversos como El Niño.

La receta para mantener tarifas competitivas no consiste en cambiar un mecanismo tarifario común y probado en todo el mundo, sino en leer adecuadamente sus señales. Los picos de precio que se registran durante las sequías advierten que la oferta barata resulta insuficiente. La prioridad, por tanto, debe ser destrabar licencias ambientales y consultas previas, fortalecer la red de transmisión y acelerar las subastas que incorporen más generación solar, eólica y sistemas de almacenamiento, respaldadas por mensajes de confianza y estabilidad para todo el sector.

Todo indica que habrá que esperar hasta agosto de 2026 para que esto empiece a suceder.

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