Hoy a las 12 en punto, desde las escaleras del capitolio, Joe Biden pronunciará frente al presidente de la Corte Suprema y apoyando su mano derecha sobre una Biblia, el juramento que lo consagrará como el 46° presidente de los Estados Unidos. A continuación, el nuevo mandatario pronunciará el tradicional discurso de investidura.
La ceremonia será inédita por varias razones. Va a asistir poco público, como consecuencia de las restricciones de acceso que impone el covid-19 y también por las fuertes medidas de seguridad ante los temores de nuevos asaltos armados por parte de los seguidores más radicales de Trump. Este último, además, no va a asistir a la posesión del nuevo presidente rompiendo con una tradición de 150 años de la democracia estadounidense.
La sobriedad que las circunstancias imponen a Biden en su primer día en la Casa Blanca, son asimismo un reflejo del principal desafío político que tiene por delante, la necesidad de reducir la polarización que aqueja a la sociedad estadounidense. Ha trascendido, según los medios locales, que su discurso de posesión va a señalar la necesidad de reconciliar al país, una manera de distanciarse de su predecesor que tuvo un tono muy ofensivo en el suyo, hace cuatro años.
Asimismo, en las señales que ha dado Biden sobre lo que serán sus primeros actos de gobierno, ha querido que los reflectores no apunten hacia la batalla política que se da en el Congreso sobre el juicio de destitución de Trump que siguió al asalto al Capitolio. Sabe que eso puede atizar la polarización y hacerle perder tiempo valioso en su afán de atacar lo que él considera son las dos prioridades en que debe centrar sus esfuerzos e iniciativas: la crisis sanitaria y la económica.
La primera no da espera, con un saldo de 400 mil víctimas mortales estadounidenses y el virus expandiéndose sin control, se requiere una terapia de choque. De otra parte, la economía, que parecía recuperarse después de las primeras medidas de confinamiento, ha comenzado a resentirse de nuevo ante el recrudecimiento de la pandemia. Las cifras del último trimestre de 2020 son decepcionantes. Es más, después de la destrucción de empleos de diciembre, las inscripciones semanales de desempleados han vuelto a aumentar en el nuevo año.
Los anuncios de Biden apuntan a una estrategia integral contenida en un paquete de estímulos de 1,9 billones de dólares que financia, en primer lugar, una distribución equitativa de los tratamientos y vacunas, al tiempo que acelera los programas de vacunación. Así mismo, apoya financieramente a los gobiernos estatales y locales, a los trabajadores y a sus familias, y aumenta el seguro de desempleo.
No va a ser fácil para Biden avanzar en medio de las heridas abiertas que deja la saliente administración. Además de tratar con la polarización, los desatinos en el manejo de la pandemia, el cambio climático, la creciente desigualdad y el desempleo, el nuevo mandatario deberá reconstruir la política exterior de Estados Unidos.
Volver al multilateralismo es una necesidad imperiosa e indispensable para construir un destino común. Para acabar de complicar las cosas, en sus últimas semanas de gobierno Trump se ha dedicado a llenar de obstáculos ese camino, haciendo anuncios intempestivos en temas sensibles que afectan la relación con China, el conflicto árabe-israelí, el tema de Cuba e Irán. Si sosegar las tensiones internas será difícil, las externas serán tanto o más complicadas de resolver