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Susúrrame, cielo. “The vast of night”, de Andrew Patterson

01 de junio de 2020
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Acostumbrados como estamos a la grandilocuencia del cine de Hollywood de presupuestos gigantes, ver “The vast of night”, estrenada en Colombia a través de Amazon Prime Video, se siente como ese postre chiquito y fresco que suelen dar en los restaurantes (cuando íbamos a restaurantes, tiempos aquellos) para limpiar las papilas gustativas entre dos platos de sabores fuertes.

La introducción de la película es una declaración de intenciones y homenajes. Luego de un juego de luces suaves, que se mueven al ritmo de la música que escuchamos (como una frecuencia de sonido) vemos una sala de un hogar de clase media estadounidense de finales de los cincuenta (ubicación temporal y casi que económica) y escuchamos una narración muy parecida a aquella que introducía los capítulos de “La dimensión desconocida”, una serie que desde su nacimiento jugó con la idea de hacer pequeños relatos de terror, ciencia-ficción y suspenso.

No hay engaños acá, “The vast of night” es uno de esos episodios y a través del televisor a blanco y negro llegamos al pueblo ficticio de Cayuga, en el estado de Nuevo México, donde compartiremos la noche en que todo el pueblo está reunido en el coliseo local, viendo un partido de básquetbol estudiantil, con el encargado de la emisora del lugar (la WOTW, homenaje explícito a “La guerra de los mundos” por las iniciales del título original en inglés, “War of the worlds”) y la joven operadora de la central telefónica, que serán los únicos que escuchen un extraño sonido, como un murmullo espectral, que se filtra a través de los aparatos, e intentarán descubrir de dónde proviene o qué lo produce.

Lo reducido del presupuesto con el que contó el director, Andrew Patterson, es resuelto con inteligencia por los guionistas Craig W. Sanger y James Montague (que también es productor) pues hacen que seamos los espectadores los que llenemos los espacios en blanco, a través de personajes (una anciana que vive sola en el pueblo, un oyente que llama a la emisora) que relatan en diálogos mucho más largos de lo que estamos acostumbrados, acciones que de otra manera habrían sido secuencias de flashback costosísimas. Y lo más bonito de todo es que funciona: uno se imagina todo lo que cuentan, lo que viene siendo un homenaje, otro más, a la radio, al sonido, a la narración oral y su poder de evocación.

El equivalente visual a esas secuencias narradas lo tenemos en unos planos larguísimos, en que la cámara recorre el pequeño pueblo y se apoya incluso en la luz de los faros de los automóviles para crear una sensación de ensueño, que aporta mucho a la potencia del relato. Si a esto le sumamos unas actuaciones que cumplen con la tarea de cargar diálogos muy extensos y una música que se aleja de las melodías para crear atmósferas inquietantes, “The vast of night” se convierte en una pequeña pieza de orfebrería cinéfila, que espantará a los que necesitan explosiones y bajos retumbantes en los conciertos, pero se quedará en las colecciones de aquellos que sólo necesitan que les susurren una canción al oído, para disfrutar la música.

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