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Slash fue la estrella del concierto de Guns N’ Roses

24 de noviembre de 2016
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Por más que la voz de Axl Rose esté perfecta, potente y fiel a los discos que hemos escuchado por años, por más que Richard Fortus haya mostrado todo su potencial como guitarrista rítmico, y el color indiscutible de una guitarra en compañía, Slash es la estrella de Los Gunners, el personaje que brilla por su guitarra y no por las luces que dirigen a sus gafas y sombrero.

Sobre el concierto que vivimos en Colombia se pueden decir muchas cosas; sencillamente que fue mágico, perfecto en cada detalle, minucioso, rocanrolero, colorido y, sin lugar a dudas, se convirtió en un sueño de país para una generación repleta de distorsiones y rebeldía.

Pero más allá de profundizar en reseñas sobre el minuto a minuto del concierto, que quizá muchas otras personas escribirán, quiero hablar de un corazón, un afro cubierto por un sombrero, y unas manos sospechosamente peligrosas, quiero hablar de la estrella de los Guns N Roses, Saul Hudson: Slash.

Definitivamente su extensión del cuerpo, de la vida, es la guitarra, él no emite ni una palabra, ni un coro, ni un saludo en los conciertos, pero con su instrumento nos muestra la cara que el sombrero y las gafas no dejan ver.

Su brazo izquierdo tatuado con un par de rosas, tiene un reloj plateado con la hora de cada ciudad a la que llega, un anillo plateado y un par de manillas de cuero. Su brazo derecho tiene la silueta de una chica que se mueve con cada pajueleo, también dos anillos, uno de calavera y otro de piedras preciosas que contrasta con una manilla de pepas color agua marina. El movimiento de sus manos, de sus dedos, no tiene explicación.

Su figura a la distancia, bajo las luces, la pirotecnia, bajo el sombrero mágico, bajo el afro herencia de Ola, su madre; esa figura solo expresa misticismo. Inclina levemente su pie, apoya la guitarra en su pierna y luego la sume en su pecho. Allí construye la magia, sus dedos recorren con extremada rapidez todo el palo de rosa grado A del diapasón de la guitarra Slash Appetite for Destruction Les Paul de Gibson.

Con cada canción, con cada riff nos ilusiona vilmente, hace ver tan fácil el hecho de tocar que nos encanta, como el mago que muestra sus trucos pero nadie puede ejecutarlos de igual manera. Mientras toca, imita las notas con su boca, de manera sutil y veloz, como un ventrílocuo, él no quiere que lo vean, se esconde bajo su afro, su sombrero y sus gafas.

En este concierto en Medellín, la venia, los aplausos, los gritos se los llevó el que más sudó, el que no paró, el único que no cambió sus prendas de vestir en medio del show. Sí, es él, Slash, el más ovacionado por encantarnos con su guitarra, por demostrarnos para qué sirven las seis cuerdas de acero y emoción.

Slash, este concierto fue tuyo, gracias, sos la estrella.

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