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Silencios masculinos. Truman, de Cesc Gay

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27 de diciembre de 2015
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Aunque probablemente existe ya una película sobre cualquier tema que a uno se le ocurra (sobre todo teniendo en cuenta el reciente auge documental) algunos asuntos son más comunes que otros en el cine. Así por ejemplo, tenemos miles de títulos sobre reuniones familiares en Navidad, ya sea en clave de comedia o de drama, mientras que apenas se nos ocurrirán unas pocas cintas sobre bautizos.

Uno de esos temas con poca popularidad en el cine es la amistad masculina. Hay toneladas de cintas sobre amigas en la universidad, amigas que comparten bluyines o amigas que se divorcian, y otras tantas sobre grupos mixtos de amigos; pero no hay muchas que se dediquen a hablar de los códigos masculinos de la amistad, sin que haya un viaje a las Vegas de por medio, a pesar de que sea una experiencia que al menos la mitad de la humanidad vive. Por eso es tan agradable ver en nuestras carteleras una película franca, bien escrita y mejor actuada, hecha para adultos y no para adolescentes, como Truman, de Cesc Gay.

Los dos amigos protagonistas de la historia son dos de los mejores actores hispanohablantes que existen: Javier Cámara y Ricardo Darín. Ninguno de los dos desentona frente a las expectativas que genera verlos compartiendo el afiche de la película. Ambos, como Julián y Tomás, dos amigos que se han dejado de ver desde que este último se fue a vivir a Canadá, brindan unas actuaciones fantásticas, por lo honestas que se sienten. Casi podríamos pensar que así son en la vida real, si no fuera porque los hemos visto en otras películas antes. Tomás es cauto tanto a la hora de hablar, como de actuar. Julián, que es actor, es más impulsivo y su franqueza no siempre será una ventaja. Como pasa entre amigos, hay un montón de cosas que no se dicen, y el guión y el director son inteligentes al no forzar conversaciones sólo para darnos datos sobre los personajes. No sabemos cómo se conocieron ni qué otras cosas han vivido. Jamás se menciona el tiempo que llevan siendo amigos (aunque deducimos que es mucho). Ni siquiera dicen cuánto hace que no se veían. Y sin embargo, especialmente por los gestos de ambos cuando el otro no está mirando (la cámara intencionalmente se queda quieta para que observemos esas reacciones) podemos percibir el profundo cariño que sustenta todo, la plena aceptación de los defectos que sólo se da entre buenos amigos.

La película se llama “Truman” porque ese es el nombre del perro que acompaña a Julián en su apartamento y la presencia de la mascota logra que la película se abra a otros temas durante los días que los dos amigos compartirán. Estos momentos son los que permiten decir que Truman es una comedia. Pero en realidad habría que añadir la palabra melancólica, para que se entienda plenamente la personalidad de la cinta. Sí, nos vamos a reír viéndola, pero también vamos a llorar. Probablemente sin mucho escándalo, sin alharacas, pero conmovidos ante el retrato cierto de esa hermandad cómplice y casi desconocida que es la amistad masculina.

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