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Ramiro Meneses: el punkero que nunca se marchó

06 de agosto de 2016
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Lo que no tiene en estatura lo tiene en corazón. Pero sus 1.60 mts le dieron la rebeldía, las ganas, la calle y el amor por el ruido. Su personalidad, sus letras, su batería, su voz y su vida definieron lo que significó ser punkero en Medellín, un grito desesperado, una pelea en la calle, una camiseta pintada, una cresta a medias y un caseto por grabar.

Desde los años 80 agarró unas baquetas y no las soltó jamás. Su edad ahora supera las bodas de zafiro y reafirma su vida no solo en la actuación y dirección de televisión y cine, sino en el punk, en su batería que ha sido su gran amor por más de 30 años.

Recuerda cada canción, desde las de Sex Pistols, Ramones, The Clash, hasta las míticas Ramera de Barrio y Sin Reacción de la banda sonora de su vida: Rodrigo D No Futuro, el mismo disco que le cambió la existencia y que sigue musicalizando conciertos clandestinos y fiestas rockeras de Colombia.

Su mejor recuerdo punk, así muchos no crean, está alejado de su banda Mutantex y de la película Rodrigo D No Futuro. Para él fue entender que podía tomar una posición frente a las cosas de la vida. Se cansó de las flores, de la paz y el amor que le proponía el hipismo, y encontró que la única manera de decir las cosas era gritándolas, una forma de entender su universo y las historias que lo rodeaban.

Kraken es su banda preferida en Colombia, así su espíritu punkero demuestre otro sentir. La escucha y sus manos se agitan por instinto. Su cabeza toma el matiz del punkero que nunca se marchó.

Al preguntarle por la canción que le voló la cabeza, piensa, se toma su tiempo, y dice convencido: Mr. Crowley de Ozzy Osbourne, pero a los cinco segundos se retracta. -Hay una que está por encima de todas, es mi canción: Belladona de UFO-. “Ya sos un vieja guardia”, respondo con una sonrisa mientras él asiente convencido de ello.

Mientras hablamos, siento que de su boca salen citas perfectas para su libro de la vida, pues en cada una de ellas transmite consejos del amor, de la existencia, de la calma, de la fama en la que no cree y de la experiencia que le han dado los años, la calle, las tablas, los cielos, las caídas y triunfos, las sonrisas de cada persona, las fotos que toma sin cámaras fotográficas y el ruido espiritual que recibe de su interior, de su esencia P-A-N-K, de su batería. Conversamos por mucho tiempo, y entre esos temas lógicamente estuvo la música, pues al fin y al cabo eso fue lo que nos acercó. Él la define tajantemente como un oasis para la existencia, y yo solo pienso en ella como parte de su vida.

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