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Otro gordo y otro flaco. Dos tipos peligroso de Shane Black

27 de agosto de 2016
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Aunque “Dos tipos peligrosos” se desarrolla en los setenta, cualidad que aprovecha su director de fotografía, el ganador del Óscar Philippe Rousselot, para darle a las imágenes una pátina de brillo que nos remite a la televisión de aquellos días, este ingenioso título de detectives le debe más a otra década: los ochenta. Fue en 1983, cuando Shane Black, un muchacho de 22 años, vendió el guión de “Arma mortal” y cambió para siempre la manera de hacer películas de acción en Estados Unidos. Su combinación de dos personajes de caracteres opuestos, discutiendo con diálogos rápidos y filosos que jamás terminaban, incluso en medio de las secuencias de acción más inverosímiles, era explosiva y se volvió referencia para cientos de cintas. Ese mismo muchacho es ahora el guionista y director de “Dos tipos peligrosos”, que presenta su exitosa fórmula en un empaque de época, añadiéndole además una cinefilia que permea cada detalle: la trama se relaciona con la industria del cine para adultos, en pleno apogeo en aquellos días; una lata de película terminará siendo importante en la historia, sus personajes protagonizan secuencias que remiten a la comedia de “golpe y porrazo”, típica de los inicios del cine.

Jackson Healy es un hombre que vive de saldar cuentas a puños en Los Angeles, por encargo. Holland March es un detective, bastante torpe, que además de cierta tendencia al alcoholismo tiene una hija que le reprocha su despiste. Este improbable equipo se juntará por casualidad, cuando tengan que buscar a una muchacha que está huyendo de unos matones que no sabemos quién contrató. Como en toda película de detectives, mientras ellos van avanzando en la recolección de pistas, el enredo se va haciendo más grande, pero no nos importará porque estaremos entretenidos (esa palabra tan desprestigiada últimamente por quienes hacen cine “importante”) disfrutando con la calidad de la dirección de arte, o gozando con el hasta ahora subutilizado talento de Ryan Gosling, para la comedia física. Habría que retar a alguien a que no se ría en la escena en que March intenta sostener un arma sentado en un inodoro.

Black escribe algunos de los mejores parlamentos cómicos de los últimos años (“el matrimonio es comprarle una casa a alguien que odiamos” es uno de los primeros) y se tiene tanta confianza que se permite alterar “la normalidad” introduciendo secuencias oníricas extrañas, que involucran insectos gigantes y expresidentes bajo el agua, sin que uno las sienta fuera de lugar. Pero nada de eso funcionaría sin los dos estupendos protagonistas, capaces de hacer gracioso un viaje en ascensor. Una pareja cómica insospechada que, como unos Laurel y Hardy setenteros, dan ganas de volver a ver junta para que nos alegren la vida. Estos tipos son peligrosos porque son encantadores.

CORTE FINAL: Fui uno de los 177 críticos que escogieron las 100 mejores películas del siglo XXI para la BBC. Busquen el listado para que compartan mi optimismo, pues por suerte, se sigue haciendo gran cine.

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