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Nuevo cine antiguo. The Alto knights, de Barry Levinson

hace 23 horas
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  • Nuevo cine antiguo. The Alto knights, de Barry Levinson

Hubiera querido escribir sobre La salsa vive, el documental de Juan Carvajal que ha recibido los mejores comentarios dondequiera que se ha estrenado, pero parece que sus exhibidores no conocen muy bien a Medellín, donde su inmensa comunidad salsera habría merecido unas cuántas salas más. Tuvieron el mismo poco olfato de los productores de The Alto Knights, pues habría bastado con que leyeran el guion con cuidado para saber que estaban invirtiendo en una película que jamás recuperaría su costo en taquilla y cuyo destino lógico, como pasó, sería Max, la plataforma de streaming de Warner Bros, donde se estrenó para Latinoamérica este fin de semana.

Porque The Alto Knights es una película tan intencionalmente “antigua” que parece mentira que haya logrado hacerse en la industria actual: no tiene a una sola estrella joven o atractiva, salvo Cosmo Jarvis, todavía sin suficiente reconocimiento popular excepto para los fanáticos de Shogun y, para colmo, maquillado para que sea irreconocible y feo a la vista; los dos personajes históricos que retrata la historia —ambos impecablemente encarnados por Robert De Niro en lo que parecería ser un alarde técnico innecesario pero que termina siendo un concierto interpretativo— están en el ocaso de sus vidas, sin otro personaje que pueda hacerles contrapeso en la narración a “los viejos” (como sí pasa en Buenos muchachos, por ejemplo) ni flashbacks de juventud emocionantes; hay muy poca violencia “espectacular” (aunque hay una secuencia de asesinato hecha con un pulso y una elegancia enormes) de la que hoy llena las redes sociales al comentar una cinta, y por si fuera poco, ni Vito Genovese ni Frank Costello son nombres que le digan mucho a alguien que no sea un estadounidense italoamericano mayor de cincuenta años.

Pesa también en la energía cansina de la película que Nicholas Pileggi, guionista de la citada GoodFellas” y de Casino, utilice esa estructura semidocumental con el narrador enhebrando sus recuerdos de “viejo sabio” desde la comodidad del retiro, anticipándonos sin necesidad al ganador del duelo de voluntades que es el conflicto central la película. Al dañarnos el suspenso —no importa que se puedan consultar en Wikipedia los hechos, así funcionan las historias sobre sus audiencias— pierden brillo todas las otras cualidades de The Alto knights: la hermosa y brillante fotografía de Dante Spinotti, el impecable montaje de Douglas Crise, que hace maravillas hasta con planos de placas de carros, y la magnífica caracterización de Debra Messing, que oculta todos sus gestos de comedia y comprueba sus habilidades en el drama, al punto de que uno extraña que Pileggi no le hubiera dado más momentos de lucimiento en la trama.

The Alto knights es mucho mejor de lo que uno pensaría por su tráiler, pero no será algo que descubran tantos, pues en un televisor en lugar de una pantalla grande, esta buena película de los noventas hecha hoy por Barry Levinson, no tiene los suficientes ganchos para atrapar al público de este milenio.

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