Es extraño que el universo lleno de motores creado por Pixar para sus películas de Cars haya sido siempre el que menos “gasolina” narrativa ha mostrado. Tal vez porque, a diferencia de los títulos más memorables del estudio (Monsters Inc, Toy story, Inside out), siempre pareció que Cars se preocupaba más por hacer homenajes (a una carretera legendaria en la primera película, al cine de espías en la segunda), que por contar una historia que tuviera una conexión potente con la vida cotidiana de su público.
Por fortuna para todos, esta tercera entrega de la saga supera a sus predecesoras y consigue decir un par de cosas muy interesantes, sin perjuicio de su calidad técnica, que se prueba aquí en secuencias de carreras y de persecuciones, llenas de energía y editadas con precisión.
El rayo McQueen comienza la película siendo el triunfador de siempre. Lo vemos ganando carreras acompañado en la tribuna por sus amigos y por la fauna motorizada de personajes simpáticos que nos ha regalado Cars desde hace 10 años. Y de repente aparece un carro más veloz, más aerodinámico y menos simpático, que se lleva la victoria y lo baja del podio. McQueen no se preocupa. Es pasajero, le dice a la prensa, pero las derrotas continúan y el nuevo carro, Jackson Storm, tiene con él la misma actitud condescendiente de los empleados nuevos que llenan de halagos a sus jefes, pero que en realidad no ven la hora de que se vayan de la compañía, para ocupar su lugar. Y cuando digo la misma, es exactamente la misma, pues Pixar ha decidido usar a El rayo McQueen para hablar de ese cambio generacional que todos hemos vivido alguna vez.
Mientras los niños del público se divierten con las peripecias de McQueen para volver a las carreras, los adultos identificamos la preocupación por los años que pasan y esa nostalgia repentina por los tiempos en que nosotros fuimos los novatos. Cruz Ramírez, un nuevo y carismático personaje, será al mismo tiempo entrenadora empresarial e instructora de gimnasio, porque de esos oficios está poblado el mundo de los que deben volver a “ponerse en forma” para los tiempos que corren. Identificaremos en algunas secuencias lo mismo que hemos comprobado: que muchos de esos “nuevos sabios” en realidad no tienen ningún tipo de experiencia en la práctica, pero descrestan a incautos con innovaciones y técnicas raras. El mundo de los autos termina pareciéndose mucho al nuestro.
Sin embargo, no alcanza a ser perfecta Cars 3 porque el guión decide ampliar sus mensajes y se decanta por hablar de las oportunidades: las que nos dieron cuando comenzamos y las que otros se merecen. Cruz Ramirez acaba personificando a los millones de latinos que trabajan duro en Estados Unidos y que solo están buscando un chance de mostrar su talento. Por desgracia este mensaje, también poderoso, se choca con el anterior, y ambos terminan diluyéndose.
No cruza la meta de la perfección esta película, pero esta vez la ruta para alcanzarlo es tan interesante, que hace que el viaje haya valido la pena.