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La sal de la tierra, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado

  • La sal de la tierra, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado
27 de septiembre de 2015
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Cuando el cine reflexiona sobre la imagen misma, los resultados suelen ser fascinantes, incluso sublimes. Y no se trata solo de mirarse el ombligo, sino y sobre todo, de desentrañar el poder que tienen las imágenes para contar y entender el mundo, y de paso dar cuenta de sus mecanismos y procesos, así como de la mirada que hay detrás de ellas, la mirada de esas personas que hablan sobre personas, codificando sus palabras a través del lente de una cámara.

Wim Wenders, el ya legendario autor del (viejo) Nuevo Cine Alemán, ha desarrollado su extensa carrera haciendo casi tantos documentales como trabajos de ficción, y con la particularidad de que casi todos esos documentales han sido sobre artistas y su arte: cineastas, diseñadores de moda, coreógrafas y, sobre todo, músicos de todos los géneros: rock, soul, country, blues y son.

Con La sal de la tierra (The Salt of the Earth, 2014) completa su colección interesándose por un fotógrafo, el brasileño Sebastião Salgado, a quien se acerca apoyado por el propio hijo del fotógrafo como co-director del documental. Se trata del retrato de un retratista, que no solo lo es de rostros, sino también de la condición humana en sus situaciones más adversas: guerras, hambrunas, desplazamientos forzados y ominosos trabajos.

Conocido como un fotógrafo social, el mismo Sebastião Salgado cuenta su historia y contextualiza sus fotografías, las cuales son la materia prima del documental y están siempre de cara al espectador en su expresivo e irreductible blanco y negro. La imagen fija de la fotografía, que es al tiempo una limitación y la potencia del instante congelado, de alguna forma adquiere movimiento con las palabras del fotógrafo, quien además de ampliar ese instante en su contexto social, da cuenta de su concepción y lo que para él representó.

Es un documental, entonces, donde hablan unas fotografías y un artista, pero también apelan a una tendencia, muy actual en este tipo de cine, en la que la subjetividad y el relato en primera persona son igualmente formas de acercarse y explicar una realidad. En este caso se hace por partida doble, pues Wenders lo hace como un admirador de la obra de Salgado y su hijo contribuye en la construcción del personaje desde la intimidad de la familia. De esta forma se obtiene una completa y compleja visión del hombre, el artista y su obra.

Todo esto ya parece suficiente información, contenido y expresión para un documental, pero la película guarda para el final un nuevo mundo, una nueva mirada y una nueva obra. La desazón y el malestar que causan las primeras fotografías, las que dan cuenta de que el hombre es, al mismo tiempo, la sal de la vida y un animal atroz, luego tiene una sorprendente transformación, cuando este excepcional artista y su indispensable e intuitiva esposa descubren el origen de todo.

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