Ana Istarú, poeta y dramaturga costarricense, recordada es su poesía por estas latitudes, pues en uno de los primeros festivales de Poesía, Prometeo tuvo la feliz idea de traérnosla. La vimos vigorosa, la escuchamos atentos, nos deleitamos con su belleza y con su sabia locura, con su palabra que es bálsamo para espíritus atormentados. Nos daba primeras nuevas de su hacer teatral, un poema dedicado a César, su compañero de entonces, era el anuncio de su dramaturgia. Quizá esta sea una pieza autobiográfica, no lo sé de cierto, pero la obra bebe de su vívida poesía.
Actores en escena, es un grupo con larga trayectoria, desde Manizales irradia su quehacer teatral con la pasión de recién enamorados. Liliana Díaz y Leonardo Arias han sabido persistir en el día a día en una ciudad que tras una semana de Festival Internacional de Teatro, pareciera eclipsar sus propias creaciones. En esta ocasión se adentra en la obra de Istarú, de la mano de un hombre curtido en las tablas, recordado por su paso por La Brecha, grupo emblemático de los años setenta, en esa ciudad. La vasta experiencia teatral de los protagonistas y su director Jairo Gómez, aunada a la potente voz poética de la autora, amén de la temática, son un buen augurio para que el público de Medellín deguste este delicado tentempié en la onceava (sic) Fiesta de Medellín en Escena.
En la interpretación de Alicia (¿Cuál Alicia? La mujer arquetipo, quizá), Liliana es de una frescura al natural. A lo largo de la pieza transita por diversas etapas de su vida. Su experiencia personal con los hombres/amores, que le han marcado -marchitado, quizá-, con corrosivo humor nos presenta sus estrategias de sobrevivencia. Se diría que ha aprendido el difícil arte de correr con lobos y sabe de las tretas para desenmascarar las verdaderas intenciones de mansas ovejas, las mil pieles con que se trajean estos voraces seres insaciables.
A contrapelo de Alicia, la variopinta galería de protomachos. Se diría que la pieza es tendenciosamente feminista, aunque corre ese peligro de identificación, salva ese obstáculo con gracia y humor. Leonardo, es un buen sparring en este tinglado donde lo pone la vida, versátil en la caracterización de los diversos roles masculinos, logra la “elegancia del erizo” y hechiza con las tonalidades y matices. Es también una voz poética, no importa si es ese padre ausente del que se duele Alicia adolescente, o el rebelde sin causa que es su hermano, o el yupi arribista que solo busca una noche de Alicia al mejor precio, o el seductor profesor que con su labia sabe seducir alumnas incautas, pero que es confrontado por una Alicia no tan incauta o el que con ínfulas de artista se las trae para la conquista amorosa que ella capotea con solvencia.
En resumen, un auténtico téte de force, resuelto con economía de recursos, sobre una escenografía daliniana, simbólica y sobria, manejada con versatilidad para dar cuenta de los diversos espacios/épocas que desanda esta Alicia intemporal, a través del espejo roto de su vida.
Nota: Se presenta esta noche en Teatro Oficina Central de los Sueños, dentro de la “Onceava Fiesta de las Artes Escénica”.