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El cine que no ganó en el Óscar “Wolfwalkers”, de Tomm Moore y Ross Stewart

26 de abril de 2021
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“Wolfwalkers” podría haber ganado ayer en los Premios Óscar. Pero seguro no lo hizo. Escribo, porque así se hacen los periódicos, en un momento en el que aún no se saben los vencedores de ayer, pero con la casi certeza de que el Óscar a película animada se lo dieron a “Soul”, esa película bellísima sobre las cosas que valen la pena en esta vida. Y es un Óscar merecido, no hay que ponerlo en duda, pero si la hermosa producción europea que nos ocupa hoy hubiera ganado, también habría sido una victoria justa, el reconocimiento a la animación tradicional en dos dimensiones, llevada hasta los más altos niveles de perfección, gracias a un estilo de personajes estilizado, influenciado por los vitrales; al uso muy imaginativo de la perspectiva, a la manera de los libros ilustrados de la Edad Media, y a una paleta de colores que le brindan a “Wolfwalkers” ese aire de leyenda perenne que le conviene a una historia sobre habitantes de los bosques capaces de convertirse en lobos.

Pasa en esta categoría, como en muchas otras, que el hecho de que haya empate sea tan difícil, es ya una injusticia. Puede que “Wolfwalkers” no tenga a un protagonista de una minoría racial, como “Soul”, pero es capaz de hablar también, desde la imaginación, sobre los prejuicios que tenemos hacia aquel que es distinto. Por eso la niña protagonista, Robyn, que es una cazadora, tendrá que cambiar su visión del mundo cuando conozca a Mebh, la niña que se transforma. Y si a eso añadimos su mensaje ecologista y su trama sobre las dificultades de comunicación entre un padre y una hija adolescente, “Wolfwalkers” tendría que ser una contendiente más fuerte para “Soul”.

Aquí es donde viene la parte triste del asunto: hay otros títulos que lo merecían, que no ganaron ayer. Porque como toda elección humana, la de los Óscar está influenciada por elementos ajenos a la calidad cinematográfica y más relacionados con el clima social y cultural de Estados Unidos (de donde son la mayoría de los votantes), o por las obsesiones particulares de la sociedad estadounidense. Pero ojo, como ocurre con “Wolfwalkers”, no es tanto que se cometan injusticias alevosas (aunque alguna hubo), como que en un mundo más justo, otros títulos habrían merecido algún premio de consolación, o una medalla al mérito.

Esa medalla se la pueden colgar ustedes a “Wolfwalkers”, cuando la terminen de ver en Apple TV. En la misma bandeja habría una para David Fincher, que tal vez no ganó en ninguna de las 10 categorías en las que estaba nominada “Mank”, y otra para Anthony Hopkins, que debió compartir el premio en vida con el finado Chadwick Boseman, quien seguro lo recibió ayer: ambas interpretaciones son superlativas, pero son los hombros de Hopkins los que sostienen la propuesta de “El padre”. Ahí al lado estarían los productores de “Colectiv”, el documental rumano que nos recuerda para qué era que servía el periodismo y cómo las propias sociedades son las causantes en cada elección, de su destino de corrupción y deshonra. Su triunfo no habría garantizado unos mejores Óscar. Pero al menos nos habría dado algunos ganadores menos obvios.

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