Ni al acuerdo entre el Gobierno y las Farc ni al plebiscito del próximo 2 de octubre se les ha dado el tiempo necesario para discutirlos ni para entenderlos en una discusión amplia y democrática. Se han minimizado los tiempos y se ha hecho una reducción facilista de la complejidad del tema. Hemos visto la simplificación más abrupta de todo este proceso. La paz es un valor universal, y aquí hay una oportunidad de paz que no ha sido ni bien explicada, que ha sido reducida a su mínima expresión desde la perspectiva política. Tanto los promotores del Sí como los del No han tomado la vía más fácil, que es recurrir a la simplificación a través de las emociones: el miedo vs la esperanza. Un tema tan complejo que requiere análisis profundo se llevó al plano de lo emocional, para producir efectos rápidos e inmediatos que necesitan.
Durante los cuatro años que duró la negociación hubo incomunicación. Desde el inicio mismo del proceso hubo una ruptura entre lo poco que se iba comunicando y lo que esperaba la gente. Y ahora se pretende comunicar a la gente, en quince días, lo que nunca se informó en cuatro años.
Va a ganar quien tenga mayor capacidad de emocionar, y de allí el gran show previsto para el 26 de septiembre, que busca impresionar a quienes deben votar el 2 de octubre.