Lo que aprendí en Alemania fue la firme decisión de una de las partes que había estado dividida de integrar a la otra, con gigantescas inversiones, para transformar ese otro viejo país, a pesar de su enorme distancia en servicios, en industria, en economía, etc.
Las diferencias se notaban en todo, hasta en las iglesias. Se palpaba la pobreza de la República Democrática Alemana (RDA) frente a la Alemania Federal. Había una gigantesca división social, una ignorancia plena sobre la forma de hacer negocios, porque todo lo hacía el Estado. Aún hoy en día se encuentran pequeñas diferencias, aunque por fortuna los jóvenes las han superado.
En algunas zonas de Europa y en regiones de la Alemania Oriental, hay quienes sienten nostalgia por el régimen que cayó. En el viejo partido comunista hay personas que añoran el régimen que se fue. Pero así es la historia, ya las nuevas generaciones dejarán eso atrás, es cosa del tiempo.
Nunca nadie previó que la caída del muro fuera a darse así. Como nadie vio venir la caída de la Unión Soviética. De un día para otro se perdió el respeto por la autoridad. Cuando el primer alemán cruzó, ya los demás, casi todos jóvenes, vieron la perspectiva del cambio. Y cayó, como tenía que hacerlo, como caen los gigantes con pies de barro.