La lección que nos deja este informe es que la represión de la economía ilegal de las drogas que ha usado el país es insuficiente. La aspersión con glifosato es buen ejemplo, ya que si bien en los 12 años en los que se utilizó en Colombia se evidenció una reducción en los cultivos ilícitos en los que se asperjó, el balance global deja dudas sobre la sostenibilidad de la estrategia, porque cuando se empezó a utilizar había 83 mil hectáreas y 12 años después hay 69 mil.
Es necesario replantear esa estrategia y contemplar un nuevo modo de combatir este flagelo. Si 40 años después de declarada la guerra a la droga no la hemos ganado, es porque las herramientas que hemos utilizado han sido insuficientes. Por ello, lo que debe ocurrir es que los Programas de Desarrollo Alternativo sean protagonistas en este nuevo momento ya que han demostrado que son sostenibles y una solución real.
El camino del desarrollo alternativo será uno de los ejes fundamentales para la concreción del nuevo enfoque porque solo transformando los territorios, dotándolos de bienes públicos y reconociendo y garantizando los derechos de los ciudadanos que allí habitan, lograremos enfrentar de manera eficiente y sostenible la existencia de cultivos ilícitos del país (Colprensa.)