En Colombia aún existe el delito político pero de una manera muy lánguida. Hay que tener en cuenta que la rebelión no se agota con el alzamiento en armas, pues la rebelión se hace para combatir. Todavía el delito político tiene sentido, sobre todo entre nosotros. En democracias muy perfectas puede decirse que alzarse en armas contra el pueblo es el peor de los delitos. Entre nosotros hay que reconocer que la democracia es muy frágil. Por eso tiene sentido reconocer que hay quién se alza en armas para buscar un país mejor. Hay que reprocharle el alzamiento en armas, pero que el hecho de que busque un sistema mejor delata un fin altruista. Y por eso ese delito debe ser sancionado benévolamente.
Pensando pragmáticamente, podemos ver que el delito político es útil para el diálogo con la guerrilla. Aclarando que el conexo al delito político, no deja por ello de ser delito. Los rebeldes no se alzan en armas para decir que están alzados en armas, si no para lograr sus fines. Y si para ello cometen delitos, es en conexión con el delito político, la rebelión.
Por eso el narcotráfico puede ser conexo al delito político. El narcotráfico ha arruinado este país, penetró toda la sociedad colombiana, incluyendo la guerrilla. Y parece claro que incurrieron en él con motivo de su rebelión.