Hay historias que trascienden el fútbol. Historias de resistencia, de fe, de amor propio. La de Andrés Felipe Román es una de ellas. Y hoy, cuando se le ve correr de nuevo por la banda derecha con la camiseta de Atlético Nacional, no es solo un jugador regresando al campo: es un hombre que venció al miedo, al dolor y a la incertidumbre, dispuesto a dejar su corazón —literalmente— por el equipo de sus amores.
El lateral derecho, que llegó al club paisa en 2022, encendió las alarmas antes del arranque de la Liga 2025-2. Un desmayo en el juego de los cuadrangulares del primer semestre ante Santa Fe, disputado en El Campín de Bogotá, provocó una oleada de preocupación entre los hinchas y el cuerpo técnico. No era cualquier episodio: era un susto mayor, sobre todo porque la salud de Román ya había sido tema delicado en el pasado. El temor a que se tratara de algo más que una descompensación tocó viejas heridas.
Román, a sus 29 años, ha vivido una carrera marcada por la adversidad. Ha pasado más de 500 días por fuera de las canchas por múltiples lesiones: musculares, óseas, tobillos comprometidos, pies desgarrados, ambas piernas castigadas. Pero el golpe más duro no lo dio el balón: fue un dictamen médico que, en 2021, le cerró de golpe las puertas de su gran sueño.
Cuando estaba a punto de convertirse en jugador de Boca Juniors, uno de los gigantes del continente, un chequeo médico detectó una posible miocardiopatía hipertrófica, una afección cardíaca que lo obligaba a poner en pausa su carrera y que, en su momento, lo enfrentó a la posibilidad de no volver a jugar jamás. No fue solo una transferencia caída. Fue su vida, sus ilusiones, su identidad, pendiendo de un hilo.
Pero el tiempo y los exámenes especializados trajeron calma. Lo que tenía Román no era una enfermedad, sino una condición conocida como “corazón de atleta”. Un diagnóstico esperanzador: podía seguir compitiendo, sin riesgos. Así, paso a paso, con una fortaleza admirable y una disciplina inquebrantable, volvió. No una, sino varias veces. Cada vez más fuerte, más comprometido, más completo.
Por eso, el reciente desmayo reabrió heridas. Nacional no dudó en brindarle todo su respaldo y facilitó su viaje a Estados Unidos para realizarse nuevos estudios. Fueron semanas de tensión, de silencio, de análisis, pero también de confianza en su resiliencia. Finalmente, el dictamen volvió a ser alentador: Román está apto para jugar, para competir, para soñar.
Este lunes 14 de julio, con el corazón firme y la mente despejada, Román retomó los entrenamientos con el equipo verde. Sus compañeros lo recibieron con alegría. El cuerpo técnico sabe que más allá de un lateral veloz y disciplinado, recuperan a un líder silencioso, a un símbolo de fortaleza interna.
Su regreso es una bocanada de esperanza para Nacional, que busca rehacerse tras una temporada para el olvido. En un semestre que marcará el rumbo del proyecto deportivo, Román será más que un refuerzo: será una inspiración. Porque cada vez que toque el balón, cada vez que arranque por la banda, lo hará con el alma de quien sabe lo que es estar al borde del abismo y volver más fuerte.
Andrés Felipe Román no es solo un futbolista. Es un testimonio vivo de que cuando el corazón es fuerte —en todos los sentidos—, nada es imposible. Nacional lo sabe. Y por eso lo celebra.