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En la discusión sobre cuál letra del alfabeto sirve mejor para describir la forma como la economía global va a responder después del choque sanitario, cada vez se aleja más la posibilidad de que sea una V. O sea, un descenso pronunciado del crecimiento en el primero y segundo trimestre de 2020 seguido de una no menos rápida recuperación. Se volvería a los niveles anteriores de la pandemia a más tardar en el primer trimestre de 2021.
Con los datos que están saliendo se demuestra que hablar de la recuperación en V ignora los efectos llamados de segunda vuelta sobre el gasto y el empleo. En esta ocasión muy grandes, lo que hace que las cosas tomaran un tiempo en mejorar. También existen efectos de más largo plazo, porque se afecta el potencial de producción de la economía.
Sobre todo, no tiene en cuenta la dificultad que existe para contener la enfermedad, como muestra el número de rebrotes que se dan por todas partes, donde se pensaba que había pasado lo peor (Europa, Corea), y la velocidad del contagio en otras regiones (Estados Unidos, Brasil, India). El resultado es el endurecimiento de las medidas.
La delicada situación sanitaria, unida a la parálisis de los intercambios comerciales por las sucesivas cuarentenas están afectando a los indicadores del trimestre. Existe una recuperación, es verdad, pero se trata de una lenta. Por regiones, hay diferencias, pero en general las cosas no pintan bien para nadie.
Asia está patinando. China, que fue el primer país en salir de la cuarentena, no se ha podido recobrar en lo económico, básicamente porque la demanda por sus exportaciones se desplomó. Lo mismo le ha pasado a Corea, Singapur y Tailandia. En Japón, un rebrote de la enfermedad detuvo la mejoría del consumo.
En el viejo continente los datos corroboran que los pedidos externos no están llegando a la cita. A pesar del desconfinamiento de junio los indicadores europeos de comercio exterior son muy flojos. La sola demanda interna no alcanza para hacer despegar a la industria, y esa es la gran pesadilla de los empresarios europeos. Para los gobiernos son los rebrotes que pueden darse al retorno del verano.
Los que más preocupan son Estados Unidos y América Latina. El primero porque ha manejado muy mal la pandemia. Los rebrotes que se dieron en grandes estados (California, Texas, Florida) detuvieron las aperturas. Las solicitudes de auxilios de desempleo volvieron a subir después de que había caído. América Latina es hoy el centro de la pandemia y sus economías estaban apenas reabriendo. El desempleo se disparó. Las posibilidades de nuevas cuarentenas se han agotado, en medio de un creciente malestar social.
Los gobiernos y los bancos centrales de los países desarrollados han puesto mucho dinero para atenuar los efectos de la recesión. Sin embargo, ni aun esos capitales tan importantes van a poder evitar una recaída en Estados Unidos y una muy lenta recuperación en el resto de ellos. En el mundo en desarrollo el riesgo es la quiebra de los gobiernos que debieron gastar grandes cantidades de dinero para enfrentar la pandemia. La deuda, en que van a incurrir va a lastrar su crecimiento. Para América Latina se avecina una nueva década perdida. En V ya no fue.