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Columnistas | PUBLICADO EL 11 enero 2023

Vive Colombia, viaja por ella

Es lamentable que el tema de infraestructura en Colombia se haya vuelto dogmático, político. Esto le hace mucho mal al país y a los usuarios de las carreteras.

Por David Yanovich - redacción@elcolombiano.com.co

Que Colombia es un país hermoso, biodiverso, con un enorme potencial de turismo de aventura y ecológico es una verdad de a puño. Esto se confirma andando por carretera, disfrutando de tantos paisajes hermosos, de la amabilidad de la gente, de la comida y de aventuras extraordinarias.

Este fin de año tuvimos la oportunidad de ir desde Bogotá a Doradal, Antioquia, para luego seguir a San Miguel, un corregimiento del municipio de Sonsón, al borde del Río la Miel. Es un sitio realmente espectacular, donde la belleza del río y las actividades que ofrece son un remanso de descanso y de paz.

Para llegar a Doradal desde Bogotá, hay que tomar la vía a Villeta, luego a Guaduas, luego la Ruta del Sol tramo I, la Ruta del Sol II (la famosa de Odebrecht) y, finalmente, la carretera que de Puerto Triunfo sube a Rionegro. Y aunque hay unos tramos muy buenos, desafortunadamente se nota el abandono del Estado de la Ruta del Sol, a la que ahora llaman en la zona la ruta de la muerte, y que está en manos del Invías hoy en día.

La vía, diseñada para ir a velocidades medias y altas, está llena de huecos que se convierten en un verdadero peligro para quienes transitan por ahí. La falta de señalización, además, es notable, y se escapa uno de literalmente matarse bien sea porque de repente la doble calzada se vuelve una sola - sin señalización, ni aviso, ni nada - o por la inmensidad de los huecos - nuevamente, sin ninguna señalización - que se encuentra uno en la mitad de la calzada.

La historia de estos dos tramos de vía es bien conocida, y el país sabe qué sucedió con Odebrecht. Lo que es muy triste de todo este episodio es que dentro de los esquemas contractuales de concesión vial en el país, al final del día la última prioridad es el mantenimiento continuo de las vías - para las que ya operan - o la finalización de las mismas - para las que aún les falta construcción-.

Y en este gobierno no parece haber mucho afán por mirar estos temas. Ya hemos visto al Presidente y al ministro de Transporte indicando que este tipo de concesiones está lejos de ser la prioridad del cuatrenio, por considerar que en este tipo de estructuras “se tira un poco de plata”, que solo sirve para “importar productos y matar la producción nacional”, y que con esto se benefician solamente “los dueños del gran capital en Colombia”. Da tristeza y rabia oír cómo unos dogmas se atraviesan en temas que nada tienen que ver con eso, sino mas bien con una estructuración técnica, legal y financiera que poco tiene de izquierda o de derecha.

Es lamentable que el tema de infraestructura en Colombia se haya vuelto dogmático, político. Esto le hace mucho mal al país y a los usuarios de estas carreteras, que mejoran de manera sustancial la competitividad del país y la posibilidad de recorrerlo en condiciones seguras, tranquilas y amables. Si el gobierno de Petro quiere realmente potenciar el turismo, no puede darse el lujo de no seguir avanzando en el tema de la infraestructura principal ni de dejar abandonado lo que ya está construido.

Ojalá no quede todo palabras, en cháchara, y en nada de ejecución, porque los huecos ya están ahí, como trampas mortales para los viajeros.

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