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Columnistas | PUBLICADO EL 03 junio 2022

Virginia y Victoria

Victoria Ocampo fue una mujer cultísima que en 1931 fundó la revista Sur bajo el pretexto de conectar las ideas europeas y latinoamericanas, de comprender y comprendernos.

Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Hace poco, una amiga que estuvo en Buenos Aires me trajo un librito que parece una mariposa amarilla: Victoria Ocampo-Virginia Woolf, correspondencia (2021). Es un libro sutil y curioso, reúne por primera vez las cartas que se mandaron ambas escritoras; si bien se trata de un epistolario breve y parcial, su
reconstrucción es fundamental para comprender los hilos de este vínculo entre mujeres escritoras y editoras. “Mi única ambición es
llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer”, le escribe Victoria Ocampo a Virginia Woolf.

Virginia y Victoria se vieron solo tres veces en persona, el culpable del primer
encuentro fue nada más y nada menos que Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz; desde entonces, su amistad se sustentó principalmente en las veinte cartas que se escribieron entre 1934 y 1940.

La primera carta se la manda Virginia a la “querida señora Okampo” (sic), el 27 de noviembre de 1934. En ella, Woolf le cuenta lo sorprendida que está con las “espléndidas mariposas violetas” que acaba de recibir como regalo, y que no son más que unas bellísimas orquídeas que le hacen pensar: “¡Así es como se ve un jardín en Sudamérica! [...]. Cuando me encontré con usted me figuré una Sudamérica destartalada [...]. Todavía sueño con su América”, y, así, Virginia se ve tentada a conocer algún día el extrañísimo continente, repleto de flores que se vuelven mariposas amarillas o de todos los colores.

Ocampo fue una escritora que se interesó muchísimo por lo autobiográfico, y Virginia la incitó a que
lo siguiera haciendo. “Espero que continúe con Dante, y luego con Victoria Okampo. Hasta ahora, muy pocas mujeres han escrito autobiografías veraces. Es mi forma favorita
de lectura (quiero decir, cuando soy incapaz de un Shakespeare, y una muy a menudo lo es)”.

Victoria Ocampo, mujer cultísima que en 1931 fundó la revista Sur bajo el pretexto de conectar las ideas europeas y latinoamericanas, de comprender y comprendernos, crearía, dos años después, la editorial Sur. El primer libro fue Canguro, de D. H. Lawrence, y Virginia Woolf recibió un ejemplar en 1934. En una carta del 28 de diciembre escribe: “Ha llegado el Lawrence: un libro magnífico, aunque no puedo leer una palabra, y me pondrá muy orgullosa que Un cuarto propio tenga ese mismo estilo. Creo que el Cuarto es el mejor para empezar. Luego, si quiere otro, tal vez Orlando o Al faro”. Y así fue, a Ocampo también le debemos que Woolf se leyera en Latinoamérica.

Y, bueno, luego llega la guerra y también la última carta, 20 de mayo de 1940. Londres sigue en pie, pero la amenaza de los alemanes, de los bombardeos, hacen que la sombra del desastre se extienda en todo sentido, como ya sabemos. Virginia le envía el último cariño a través del océano 

Diego Aristizábal

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