<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 21 abril 2020

Viajes sin maleta

Rocío Arango Giraldoarangogira ldo@gmail.com@RocArangoG

Durante mis días de aislamiento, he tenido muy presente a Anne Frank, ella, que estuvo encerrada por 2 años, sus escritos me han permitido comprender que la libertad va más allá del movimiento. La libertad está en la mente. Por ese motivo quiero reivindicar los viajes sin maleta, en tiempos en los que Instagram (la red social que se hizo famosa por las fotografías de viajes), está convertida en un enorme recetario. En vista a que por estos días de cuarentena buena parte de quienes afortunadamente tienen comida, se han dedicado a cocinar y a subir las fotos de sus creaciones gastronómicas.

Viajes sin maleta, como los que se hacen con los libros. Con ellos se puede viajar hasta dentro del mismo barrio: en mi época de colegio viví en el barrio Prado Centro, y viajé por sus calles, gracias a Historias del Barrio Prado, de Memo Anjel (también columnista de este diario). También se puede viajar en la geografía y en el tiempo a cualquier lugar del departamento, hace poco estuve en el Suroeste antioqueño de mediados del siglo XIX, gracias a mi escritora local favorita, Maria Cristina Restrepo, en De una vez y para siempre.

Viajes sin maleta, como los que se hacen con las artesanías: el año pasado estuve en Ráquira (Boyacá) y todos los días por la mañana vuelvo a ese lugar cuando veo las campanitas que compré y colgué en el techo. “Empapadas de nostalgia”, como diría Cortázar en su cuento “Apocalipsis del Solentiname”, están las artesanías que evocan a Gaudí, el arquitecto catalán que todos los días me hace regresar a Barcelona.

Viajes sin maleta, como los que se hacen con la música, gracias a los tangos arrabaleros, de esos que a medio Medellín nos “saben a pañal”, regresándonos a la ciudad de los años 20 o a la Argentina que nos impregna la cultura mucho más fuerte que en 1935, cuando murió Gardel. Viajes en el tiempo con un sentido político, como las canciones de rock de Pink Floyd, me llevan a la Guerra Fría, o los sonidos del Pacífico colombiano, al África, o la canción Cent Ans De Plus (Cien Años Más) del cantante francés Francis Cabrel, me recuerda el anhelo de democracia africano.

Viajes sin maleta, como los que se hacen con Diana Uribe, la historiadora colombiana quien gracias a sus archivos de audio o podcast, nos lleva a muchas personas a viajar en el espacio y en el tiempo. La semana pasada estuve con ella en “La ruta de la seda”, por allá por Irán y Turkmenistán.

Para todo buen viajero con o sin maleta, Ítaca (el destino en la obra homérica La Odisea) y Barataria ( la ínsula prometida en El Quijote), son siempre su casa.

Si quiere más información:

.