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¿Verdad tanta belleza?

Pero el acuerdo que pide Petro no puede ser solamente con el Congreso para lograr a través de mejores cuotas y ajustes burocráticos la aprobación de leyes cortadas a su imagen y semejanza.

26 de julio de 2023
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  • ¿Verdad tanta belleza?

Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co

En la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso de la República, el presidente Petro, seguramente angustiado porque a un año de su mandato los cambios no cuajan como pretendía, vuelve a hablar del Gran Acuerdo Nacional. Utiliza las mismas palabras de su discurso de posesión cuando abrió alguna esperanza de reconciliación de la sociedad civil con el hombre que venía de una fracasada batalla contra el Estado.

El Acuerdo Nacional ha sido una aspiración y una necesidad de país para recuperar y normalizar la solidez y vigencia de sus instituciones y como sociedad. Para combatir y doblegar la dictadura de Rafael Reyes a comienzos del siglo XX, se creó la Unión Republicana. Con la Concentración Nacional de Olaya Herrera en 1930 terminó la hegemonía conservadora. El 10 de mayo de 1957, la Nación se unió para derrocar la dictadura del general Rojas Pinilla. Todas convocadas alrededor de un gran propósito nacional: recuperar las libertades en todas sus expresiones.

Pero el acuerdo que pide Petro no puede ser solamente con el Congreso para lograr a través de mejores cuotas y ajustes burocráticos la aprobación de leyes cortadas a su imagen y semejanza. Tiene que escuchar al país pensante, moderando su lenguaje agresivo. Oír a una opinión pública que discrepa de dogmatismos ideologizantes. No puede en ese Acuerdo excluir a la sociedad civil representada en sus organizaciones públicas regionales, en la academia, en los empresarios, en las organizaciones cívicas, laborales, campesinas, es decir, el País Nacional construido por todos los que representan realmente las distintas fuerzas de opinión, de acción y de influencia.

Lo importante no son los arreglos de mecánica política parlamentaria. Lo urgente y fundamental es un Acuerdo Nacional amplio y generoso para poder remar en la dirección correcta del progreso y la dignidad.

Para lograrlo debe bajarse el presidente de la egolatría y mesianismo. No creer que es el dueño de la verdad revelada. No puede imponer sus reglas de juego al capricho de sus filosofías y conveniencias. Para concertar hay que ceder. En saber consensuar en la diversidad está el arte de gobernar. Para llegar a acuerdos hay que tener cierta dosis de humildad, expulsar arrogancias y megalomanías. Bajarse de los “balconazos” incendiarios para que en foros de discusión, sea la razón, y no solo la emoción, la que congregue y convenza. Si se obstina, en vía de ejemplo, en mantener los mismos textos con los que presentó sus proyectos sociales, no va a obtener ningún acuerdo nacional para realizar los cambios que se requieren para el progreso social y el desarrollo económico. Todo se le quedaría en meros anuncios y en más frustraciones, que han sido la abundante cosecha de la historia del fracaso.

P.D.: Otro bozal que le pone la Corte Constitucional a las tentaciones totalitaristas de morder la institucionalidad. Ese organismo asume “la suspensión provisional de las leyes abierta y manifiestamente inconstitucionales y que puedan generar un perjuicio irremediable y pretendan eludir el control constitucional”. Funcionan, para sosiego ciudadano, los contrapesos para los pesos autoritarios.

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