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Columnistas | PUBLICADO EL 22 octubre 2020

Venezuela: ¿Oriente u Occidente?

Por Luis Carlos Villegas E.redaccion@elcolombiano.com.co

El 25 del corriente octubre es crucial para la región latinoamericana: por la decisión que tome EE.UU. ese día, sabremos si nuestro vecino levantino, Venezuela, seguirá vinculado a Occidente, en economía, cultura e intereses estratégicos, o si más bien seguirá deslizándose hacia el Oriente geográfico y hacia la extrema izquierda.

Llegó a ser un país democrático con horizonte propio, con ánimo de potencia, con una política exterior muy activa y costosa en los No Alineados, la OPEP, la OMC, la UNCTAD, la Corte de La Haya, la Cepal, la Comunidad de Estados del Caribe, Centroamérica y Unasur, ya en tiempos de Chávez. Desdeñaba a la CAN por “poco ambiciosa y muy atrasada”. Sus cuotas en esos organismos eran de país desarrollado, ganando palanca adicional; sus funcionarios, competentes, educados en las mejores universidades del mundo, con becas de montos emiráticos, iban escalando en la burocracia mundial y reemplazando los de acento argentino, chileno y uruguayo. El Bravo Pueblo recordaba al mundo que tenía alrededor de la quinta parte de las reservas mundiales de cobre, hierro, aluminio, oro, y grandes yacimientos de titanio, zinc y diamantes. Empezó a instalar una red hidroeléctrica para procesar esos minerales. Llegó a tres millones y medio de barriles de petróleo diarios, facturando cada año entre cincuenta mil y cien mil millones de dólares por más de una década. Con la exploración iniciada en los años ochenta, predicó que tenía las más grandes reservas de hidrocarburos del mundo, mayores que las de Arabia Saudita. El PIB por habitante era varias veces el nuestro al final del siglo XX. Hasta que llegó, en 1998, el Socialismo del Siglo XXI y su pifostio.

Veintidós años después, de la economía venezolana se destruirá otra cuarta parte este año; el ingreso por habitante seguirá retrocediendo hasta un inverosímil nivel de 2.400 dólares por chamo, a pesar de que migraron en los últimos siete años cinco millones de habitantes; de esos, dos millones están en nuestro territorio; mientras, nuestro ingreso, con covid y todo, debe cerrar para diciembre en más de tres veces esa suma. Nuestra inflación va para dos por ciento en el año; los vecinos tendrán un incremento de precios del dos mil por ciento. Sus reservas internacionales, por cien años diez veces más abundantes y líquidas que las colombianas, están en meros 8.500 millones de dólares, en oro y divisas, con dudas jurídicas sobre su propiedad y su veracidad. Para este octubre, la producción diaria de petróleo venezolano estará por debajo de doscientos mil barriles diarios a un precio que, por las sanciones internacionales, es de alrededor de USD. 10 por barril. ¡Fracaso!

En enero pasado, junto con las sanciones a PDVSA, Trump autorizó a la gringa Chevron, una de las Seven Sisters del oro negro, para seguir operando en el país y para asociarse con la sancionada; autorización de último minuto que vence el 25 de este mes; ahí sabremos una de varias cosas: si Trump renueva la autorización a Chevron, dos semanas antes de las elecciones, queda claro que a EE.UU. le interesa más el petróleo que la democracia venezolana; si no la renueva, que a Trump no le importa que Venezuela caiga definitivamente en las manos de Rusia y de China a través de la administración fiduciaria de Cuba; o que, por lo primero y lo segundo, EE.UU. está dispuesto a defender sus intereses geoestratégicos por la fuerza, como en el caso de la guerra de Corea o de Afganistán. Ojalá para una aventura como esa, no nos ofrezcamos como compinches voluntarios.

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