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Columnistas | PUBLICADO EL 19 agosto 2019

Una universidad descubre un país

Por Carlos Alberto Giraldo M.carlosgi@elcolombiano.com.co

Colombia nos inspira. Así se llama un libro que llegó esta semana al estante. Una edición impecable, que no tiene distribución comercial, pero que podría tenerla por la manera en que descubre y presenta a una nación de culturas y regiones asombrosas y diversas. Está contado por plumas jóvenes, y otras no tanto, que están por fuera del circuito habitual de pontífices de la literatura y del periodismo que monopolizan la narrativa de los fenómenos y realidades que engendra este país.

Una colección de fotografías excepcionales completa esa obra que retrata a una Colombia repleta de gente auténtica y vital que ha sido capaz de sobrevivir al pesimismo y al escepticismo inoculados por una clase política y dirigente con frecuencia de espaldas a la realidad de la gente de la periferia, donde se trabaja, se suda, se ríe y se baila entre joropos, currulaos, vallenatos, cumbias, salsa y sanjuaneros.

Un libro digno de estar en la mesa de centro de cualquier hogar colombiano para enseñarnos a todos de qué estamos hechos, qué somos como nación, partiendo del respeto por cada una de esas comunidades y territorios variopintos. Algunos fragmentos de los textos: “La cultura, las culturas de este país, bullen a distintas temperaturas (...) De caligrafías diversas, voces, ánimos y temperamentos heterogéneos. Así es este retrato de muchos tonos”.

La Universidad Cooperativa de Colombia, que cumple 60 años y tiene 50 mil estudiantes, en 16 campus de seis regiones, se atrevió a obviar balances institucionales farragosos y se aventuró a componer esta sinfonía de voces, rostros, colores y geografías que se pasea por las lagunas y los volcanes de Nariño, por los potreros y los pastizales de vaqueros de Arauca y Los Llanos, por las costas de vapor salitroso de Guapi, por las callecitas y los páramos de Santander, por el puerto tapizado de escamas de bocachico de Barrancabermeja, por las pendientes con aroma de café de Filandia y Neira, en el Eje Cafetero; por las sabanas reverberantes de Córdoba y las danzas andróginas del Carnaval de Barranquilla. Páginas que también funden las florituras de los silleteros de Santa Elena con la geometría urbana de Bogotá.

Qué viaje emocionante a la riqueza de aquella Colombia que se levanta a forjar esperanzas asida a sus raíces, empujada por afros, blancos, indios y mestizos. Híbrida, sonora, intensa y alucinante.

Son 190 páginas que condensan el espíritu irreductible del país fabuloso que nos tocó en gracia. Ese que a pesar de sus tribulaciones todavía silba, cabalga, zapatea y canta en la magia de su épica cotidiana. Que inspira e invita a tiempos y conquistas mejores.

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