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Me gustaría dedicar esta columna a la discusión sobre el liderazgo, esa capacidad de influir, motivar y hacer que las cosas pasen:
“Desmayarse, atreverse, estar furioso áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso...”.
En su poema “Desmayarse, atreverse, estar furioso” Lope de Vega (autor español del siglo XVI) recuerda cómo la vida está llena de todo tipo de sentimientos, una montaña rusa de emociones: de la tristeza a la esperanza, del amor a la desesperación. Como autor barroco, Vega estaba conectado a ese estilo extravagante de arte caracterizado por trazados de drama y exuberancia. En esencia, una parte del espectro de lo que significa ser humano... Personalmente, me ha gustado más la literatura barroca que la arquitectura o música, las cuales siempre me han parecido demasiado ruidosas.
Conociéndolos, no es de extrañar que a mi padre siempre le haya gustado el barroco, mientras que mi madre vivía sentimientos silenciosos, precisos y profundos. Como parte de ese espectro de emociones y acciones humanas, me gustaría destacar la tristeza, el silencio y la pasión.
La tristeza como un inductor de compasión y tolerancia, o esa chispa de transformación, movimiento o quietud. Puede ser la calma antes de la tormenta o la paz al atardecer; la voluntad de vivir o la falta de deseo en seguir adelante. En esa batalla de la tristeza, la victoria no se define fácilmente... El silencio, por ser la expresión de tantas emociones diferentes y tan ambiguas e irónicas como el nacimiento y la muerte. Pero también, el papel del silencio en la comunicación, el aprendizaje, y el llegar a acuerdos. Confundir el silencio con debilidad, falta de percepción o ausencia de liderazgo es probablemente uno de los errores más comunes que se cometen. Finalmente, la pasión, mi favorita de todas las emociones, cuando se define como esa convicción intensa casi abrumadora, un sentimiento de entusiasmo por hacer o ser algo.
¿Qué es la vida sin pasión, esa voluntad en persistir contra las probabilidades, ese latido del corazón que transforma realidades o esa luz que puede romper dimensiones y quebrar la oscuridad? Por ahí se dice “la pasión me hizo y deshizo sin remordimiento”.
La tristeza, el silencio y la pasión: sinónimos de estar vivo y tener la capacidad de sentir con profundidad. ¿Qué tiene esto que ver con el liderazgo? Pues todo, realmente. Colectivo o individual, desarrollado o innato: nuestras emociones están conectadas a esa capacidad. Sin embargo, resulta fundamental saber cuándo frenar y cuándo soltarse a través de esas emociones y dejar que eso se refleje en nuestro estilo de liderazgo. En el fondo, parte de la magia de decir lo que uno quiera y mostrar cómo se siente, está en entender cuándo lo podemos hacer. Pero sobre todo, entender y aceptar la complejidad de sentimientos que vivimos constantemente y de cómo puede afectar a los demás. Como diría Lope de Vega:
“...olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe”