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Columnistas | PUBLICADO EL 09 enero 2023

Una incertidumbre geopolítica adicional para 2023

Cuando una dictadura tiene problemas internos y se siente militarmente más equipada, puede pretender resolver sus problemas internos mediante una acción de fuerza con sus enemigos externos amenazantes.

Por Juan David Escobar Valencia - redacción@elcolombiano.com.co

Desde septiembre de 2001 debimos haber recordado que la realidad no se comporta como una línea recta sin perturbaciones, porque así todo esté aparentemente bien y controlado, pasan cosas “inesperadas”, buenas y malas. Las primeras se subestiman al considerarlas como el resultado obvio de nuestra supuesta inteligencia y eficacia, y las segundas se descartan porque el esotérico “pensamiento positivo” lleva a asumir que algo negativo de baja probabilidad de ocurrencia es lo mismo que imposible. Por eso sacan del radar a las pandemias y guerras en el entorno europeo, que también enseñan que ahora lo lejano es solo una variante de lo cercano.

El “Medio Oriente” dejó de ser hace unos pocos años la prioridad en la lista de riesgos geopolíticos. Señalé hace tiempo que la importancia de esta región tendería a reducirse, pues siempre ha estado asociada a la de los hidrocarburos. Por eso hace dos siglos no era el ombligo geopolítico del mundo, luego lo fue, y en unas décadas más volvería a no serlo. Pero eso no significa que su impacto sea nulo por haberse disminuido su relevancia.

Me refiero a los riesgos geopolíticos provenientes de Irán, que los ilusos, encabezados por Obama, pensaron haber neutralizado con el ingenuo y fallido acuerdo nuclear de 2015, que no los eliminaba sino que los aplazaba. Difícilmente su sucesor, Biden, pueda revivir el acuerdo, sin control del Congreso y sin poder ignorar el avance del programa nuclear y misilístico de Irán. Adicionalmente no debería, aunque podría, ser incoherente con Ucrania desconociendo la colaboración armamentística iraní con Putin para acabar con la infraestructura ucraniana.

Irán tiene una mezcla de condiciones internas y circunstancias externas que conjuntamente lo hacen volátil y potencialmente explosivo. Por espacio insuficiente apenas menciono algunas. Un malestar interno de su mayoritaria población joven, empobrecida y menos sumisa, manifiesto parcialmente en las protestas de los últimos meses, pero que como toda dictadura, así sea religiosa, “resuelve” con encarcelamientos y ahorcamientos públicos en grúas. Un dudoso estado de salud de su líder religioso-político que podría provocar una pronta sucesión no necesariamente tranquila y donde el acaudalado brazo militar de la teocracia, la Guardia Revolucionaria Islámica actuará de “todas las formas necesarias” para no perder su poder e influencia. El vecindario no es menos sereno. A pesar de su antigua animadversión, Israel, que ahora estrena gobierno más “ortodoxo” que nunca, y Arabia Saudita, comparten su rivalidad con Irán, el temor a su programa nuclear y el sentimiento de no seguir siendo tan obedientes a las ideas “apaciguadoras” del gobierno estadounidense.

Cuando una dictadura tiene problemas internos y se siente militarmente más equipada, puede pretender resolver, o distraer, sus problemas internos mediante una acción de fuerza con sus enemigos externos amenazantes. No puedo asegurar que la probabilidad es alta, pero Irán podría aumentar la tensión geopolítica global, lo que haría muy feliz a Putin, pues impactaría el suministro y precio de los hidrocarburos y estratégicamente desconcentraría la atención de occidente sobre él.

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