Síguenos en:
Columnistas | PUBLICADO EL 05 mayo 2023

Una biblioteca es cosa de niños

Las lecturas que se hacen para saber más, como decía Azorín, no son, en realidad, las buenas; las fecundas, las placenteras son las que se hacen sin pensar que vamos a instruirnos. ¿Y quién sabe muy bien esto? Un niño.

  • Una biblioteca es cosa de niños
  • Una biblioteca es cosa de niños
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

No pocas veces he visto niños revolotear por los pasillos de una librería, ojear y hojear libros que luego deben ser negociados con sus respectivos padres. “Te llevo uno, escoge”, le dice la voz adulta al pequeño que no sabe muy bien qué hacer con esas palabras cuando su deseo le dice lo bueno que sería llevarlos todos de una vez a casa. Siempre he creído que si hay buenos lectores son los niños, ellos saben muy bien qué es el poder de las historias y por eso lo único que quieren en la vida es que les cuenten más. Un niño cree más en la imaginación que en la realidad, y eso me encanta porque así comienza todo lo que vale la pena en este mundo.

Hace unos días, leí un libro que me llenó de alegría: Libros, buquinistas y bibliotecas, una selección de artículos de Azorín, muchos de ellos recogidos por primera vez en este libro, y debo decir que me encantó algo que hicieron en España hace años y que hoy, creo yo, podría replicarse como estrategia en nuestras bibliotecas, si no lo han hecho.

Resulta que en Madrid se celebró una Exposición de Bibliotecas Infantiles. Los niños, no mayores de 12 años, llevaron sus propios estantes y colocaron en ellos sus preciados volúmenes. “Y causaba verdadera satisfacción ir viendo todas estas bibliotecas; ir examinando, una a una, con cuidado, con escrupulosidad, todas estas bibliotequitas que delicadas manos infantiles han ido formando un día y otro”, recuerda Azorín. Incluso una niña llevó, además de su estante con los libros, la mesita donde trabajaba y su sillón preferido para leer.

Lastimosamente muchos creyeron que se trataba de una exposición editorial y no de la obra de los niños y por eso la asistencia no fue masiva. La idea me quedó sonando porque debe ser increíble ver a los niños compartir sus libros, saber qué leen los demás o simplemente dejarlos tranquilos leyendo en sus sillones favoritos, en cojines o en el piso.

Toda gran biblioteca empieza con un primer libro, uno que, a veces, ni siquiera está en nuestros anaqueles pero que fue justo el que detonó el amor por la lectura, y desde entonces lo que hacemos es buscar esa misma sensación en todo lo que leemos.

Las lecturas que se hacen para saber más, como decía Azorín, no son, en realidad, las buenas; las fecundas, las placenteras son las que se hacen sin pensar que vamos a instruirnos. ¿Y quién sabe muy bien esto? Un niño, quien sencillamente lo que espera de un libro es un momento, no hay pretexto de erudición, apenas lee y se divierte tanto como lo hace con un balón o un helado.

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

Continúa Leyendo
.