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Columnistas | PUBLICADO EL 20 mayo 2021

Un rollo hermoso en Medellín

Por Diego Aristizábal

desdeelcuarto@gmail.com

No sé cuántas cosas raras tengan en casa, literariamente hablando, yo tengo algunas primeras ediciones que han ido apareciendo en mi vida, gracias a mi librero que cada tanto piensa en mí y de repente me dice: “mira estas cartas, mira esta rareza, este lo guardé para ti”. Y así, uno va conformando una biblioteca sin pretensiones. Los libros saben llegar a la vida de uno cuando es necesario y se acomodan de la misma forma que un gato sabe hacer un ovillo en la clavícula de algún humano.

Sin embargo, a pesar de saber que los rollos se elaboraban con hojas prensadas de la planta del papiro, que un rollo podía medir de 6 a 7 metros, que Aristóteles fue el primer griego que coleccionó textos de forma sistemática y sus rollos dieron origen a la biblioteca de Pérgamo, o que se habla de ellos desde hace más de 3 mil años a. C., nunca había tenido uno en mis manos.

Hasta que a Tragaluz, esa editorial que lee tan bien a sus autores y hace los textos dependiendo de quién los escriba o ilustre, le dio por hacer un rollo con los cánones de la época y las herramientas del presente. Y cómo no hacerlo después de ver las ilustraciones del iraní Mohammad Barrangui, quien piensa que la ilustración en forma de libro (en este caso de rollo) es tan poderosa según el número de personas a quien pueda llegar. Y luego llegó Juliana Muñoz Toro, quien aceptó el juego de pensar en esa figura literaria que es la écfrasis, que consiste en la representación verbal de una imagen, y se lanzó a escribir un texto que no podía estar en un formato distinto. Juntos dieron origen al primer rollo que circula en Medellín, y no exagero. Lo llamaron “A la sombra de un naranjo”, y si quieren fascinarse un poco, vivir la experiencia de leer a través de este artefacto propio del antiguo Egipto, incomodarse un tanto, les recomiendo que lo busquen y se dejen asombrar.

Lean despacio la historia de Layla, la niña que sabe observar y soñar, que sabe que todos somos distintos, que se encuentra un perro que no quiere ser de ella, solo estar con ella, que le da de beber a los árboles y también ha sembrado sus palabras. Lean con curia el origen de Mahnún, descendiente de un clan de aventureros que ha crecido escuchando las leyendas de sus hazañas y sus descubrimientos. Lean, con curiosidad de niño, las ilustraciones superpuestas, la textura imaginada, la caligrafía, la tinta, los pájaros, los hombres en lomos de lobos, el salto de los conejos. Lean, como puedan, esta obra preciosa que, sin duda, atesorarán en su refugio de libros, tan prácticos, tan cómodos, pero que están ahí porque recorrieron un largo camino que vale la pena conocer

Diego Aristizábal

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