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Columnistas | PUBLICADO EL 06 julio 2020

Un nuevo amanecer

Por Elbacé Restrepoelbaceciliarestrepo@yahoo.com

Este artículo puede parecer un texto de autoayuda, pero en realidad es la experiencia de una lectora que generosamente lo compartió conmigo para ayudarme a levantar el carriel caído de la semana anterior. Con su autorización lo comparto con ustedes, como prueba de que la resiliencia existe, por muy socorrida que nos parezca esta palabra.

La protagonista es una profesional pensionada que hasta hace pocos años se desempeñó como secretaria general de una de nuestras empresas más queridas, y si usted cree haber tenido un año difícil, lea esta cronología.

Todo empezó cuando sufrió un cólico renal y fue imperativo visitar al urólogo, que después de los exámenes ordenados, le dijo que debían operar el viejo quiste benigno que tenía en el riñón derecho, algo sin importancia, fácil y rápido. La cirugía fue el 10 de febrero y debía ser corta con una recuperación breve. Pero no contaban con una malformación congénita oculta hasta entonces y causante del dolor. Total, ocho días de hospitalización y más de un mes y medio de recuperación.

Desde hacía más de un año su hijo Camilo, su esposa y un grupo de amigos, venían preparando un viaje para darle la vuelta a Marruecos en moto. Inicialmente pensó en cancelar su participación para quedarse acompañándola, pero esa era una inmensa ilusión que ella no iba a frustrar. Partieron el 19 de febrero y exactamente ocho días después la llamó su nuera para decirle que Camilo había muerto en un accidente en el desierto del Sahara. Ella sintió morir también. Se refugió en su cama y prácticamente se aisló del mundo, presa del dolor.

El 14 de marzo, debían extraerle un stend que le habían dejado en la cirugía. Al mismo tiempo que su mamá era hospitalizada con un diagnóstico mortal y una esperanza de vida muy corta. Peleando con los médicos, su madre decidió irse a la casa y le insistía en que fuera a verla, que la necesitaba. Sacó fuerzas de algún lado y fue. Su madre había decidido hacer lo que tantas veces habían hablado en sus tardes de domingo solas: Morir dignamente. “Solamente los que ‘odiamos’ el dolor físico, porque lo hemos sentido, sabemos lo que puede significar un sufrimiento irreversible, y los que vemos la muerte como inherente a la vida, entendemos y valoramos los adelantos en Colombia por el derecho a morir dignamente”, como lo hizo su madre el pasado 3 de abril.

A partir de ese momento recuperó su fortaleza para seguir adelante, retomó sus acciones compasivas en pro de los demás y siguió haciendo lo que le gusta, que no siempre lo hace con las manos, sino con el alma: Aceptar, sonreír, ayudar a los demás.

Para, algunos esta puede ser una historia más de “optimismo tóxico”, pero yo la recibo como un ejemplo de grandeza y fortaleza, que dedico a los que quieren morirse porque desde hace tres meses no han podido salir de rumba, pobrecitos. Y muy especialmente a quienes han tenido días muy difíciles en lo personal, lo familiar y lo económico, con un recordatorio: Nada detiene un nuevo amanecer.

Elbacé Restrepo

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