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Columnistas | PUBLICADO EL 02 septiembre 2019

Un hombre de familia

Por David Escobar Arango david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Desperté este miércoles y lo primero que hice fue mirar el celular: esperaba noticias. Ahí estaba el chat de Ana Cristina Abad con una imagen del Instagram de Alejandro Gaviria. Una foto de su padre, y unas pocas palabras: “Chao papi. No sé cómo será la vida sin ti”. Solo pude pensar lo mismo: ¿cómo será la vida sin este hombre inteligente, sin su humor, sin su irreverencia? Me senté a tratar de meditar y lloré sentado en el piso; lloré en la ducha, lloré mientras me arreglaba para ir a la oficina. Salí de la casa con una pregunta: ¿qué aprendiste de él que quieras llevar siempre? Para celebrar la vida de Juan Felipe Gaviria, te invito a que nos juntemos a conversar del amigo, el maestro, el líder y, lo más importante, del ser humano detrás del personaje público.

Quizá su principal legado, y a la vez el más urgente, es el ejercicio del pensamiento liberal. Nunca, como decía él mismo “tragó entero”, siempre promovió la discusión. Alan Wolfe en su libro El Futuro del Liberalismo, habla de sus tres manifestaciones, una que enfatiza la sustancia, otra el procedimiento y la tercera el temperamento. Juan Felipe es el único que he conocido que las encarnaba todas. Una vez, en medio de una acalorada reunión, estando ambos en desacuerdo con la decisión que se tomaba, me tocó el hombro para calmarme, y me dijo: “¡acuérdese!, un problema puede tener varias soluciones”. “La controversia es un terreno abonado para lograr un acuerdo modificable, más que una uniformidad en un manso rebaño”, dijo alguna vez. ¿Hablamos de la urgencia del pensamiento liberal en épocas de confusión y polarización?

Además del intelectual, conversemos sobre el empresario con un sentido común abrumador: en segundos entendía cosas que a los demás nos tomaban días. Hablemos del político que no toleraba la injusticia. En los 80, cuando Medellín aún no era consciente de que había empujado a miles de migrantes a vivir sobre el “morro de basura” de Moravia, símbolo de una ciudad fracturada, comenzó un primer proyecto de mejoramiento que solo culminaría décadas después. Recordaremos con cariño al rector, arquitecto de la gran universidad privada que hoy es Eafit; al constructor de la biblioteca, fundador de la orquesta, promotor de la idea de una universidad en la que “se manifiesta la universalidad del espíritu humano”, como decía Einstein. ¿Hablamos de liderar como él, sin darnos demasiada importancia, riéndonos de la vida?

Al final, la tertulia solo estará completa si hablamos del hombre amoroso, lo que yo llamaría el hombre de familia. Como dijo su hijo, el nuevo rector de los Andes, en su despedida: “Su historia fue una historia de amor”. Un día, cuando era gerente de EPM, antes de salir de su oficina volado, para su encuentro diario con “la Patrona”, o simplemente “doña Cecilia” simplificaría, en pocas palabras, la esencia de su sabiduría, que la familia es lo primero, tal vez su mayor lección: “Éxito tiene cualquier hijueputa, pero hijos como los míos, muy poquita gente”. Juan Felipe Gaviria ha dejado una gran familia, y otra familia ampliada, la de los afectos y la admiración. Quizá por eso, María Adelaida Arbeláez decía en redes esta semana, compartiendo el texto de Alejandro: “Un relato perfecto de por qué tantos nos sentimos también (atrevidamente) un poquito huérfanos”.

* Director de Comfama

David Escobar Arango

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