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Columnistas | PUBLICADO EL 23 abril 2023

Un consejo de sabios

Los años, cuando se administran bien, producen un tipo de sabiduría que sabe hacer la pausa antes de actuar.

  • Un consejo de sabios
  • Un consejo de sabios
Por David Escobar Arango* - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Le expliqué la situación tratando de no olvidar detalle y presentar las diferentes perspectivas. No sabía qué hacer frente a una decisión profesional, la oportunidad parecía buena pero algo me decía que no era el camino correcto. Llamé a uno de mis amigos “grandes”, pudo haber sido José, quizás Carlos o Juan Luis, de pronto Rafael, gente madura, sazonada por la experiencia. Los años, cuando se administran bien, producen un tipo de sabiduría que sabe hacer la pausa antes de actuar: “De los momentos heroicos líbrame Señor”, dice alguien a quien admiro.

Mi consejero escuchó, guardó un momento de silencio e hizo algunas preguntas, los sabios preguntan más de lo que afirman. ¿Qué te dice tu intuición?, ¿qué podría pasar en 20 años si emprendes ese camino? Los sabios saben que primero debemos mirar hacia adentro, abarcan lo complejo y conocen la naturaleza humana. Como si fuera poco, tienen una mirada panorámica: ven el bosque.

Hablemos de la inteligencia líquida y la cristalizada. La primera es audaz, incluso desbocada, útil para ciertos problemas, sobre todo los que necesitan menos precisión y más agilidad. La segunda es tranquila, tiene una amplitud de campo mayor y ve la película completa, eso la hace la inteligencia adecuada para las decisiones existenciales. Por eso las organizaciones no nos podemos perder del talento de los mayores de 50, 60 o 70 años. “Cuando sea joven, busque amigos viejos, cuando sea viejo, busque amigos jóvenes”, dice Juan Luis Mejía.

Un sabio, sin embargo, no es lo mismo que un viejo. Hay gente añosa que parece un dinosaurio, aferrados al pasado, se niegan a comprender el nuevo mundo, no estudian porque creen que se las saben todas. Son tristes, porque buscan poder en lugar de autoridad moral. Se quejan porque no los invitan a reuniones o espacios en lugar de hacerse valiosos para los que están en el fragor de la batalla. En lugar de engrandecer su alma, se dedican a inflar su ego. No les gustan los nuevos liderazgos, son como esos pinos que impiden el crecimiento de todo su alrededor, hasta de sus propios hijos o pupilos.

Lo que marca la diferencia, parece ser, son la mentalidad y algunos hábitos. Los sabios disfrutan su vida, aún con los cambios que traen los años; son futuristas, construyen el porvenir sin preguntarse cuánto durará para ellos. Los sabios cuidan su cuerpo y su mente; ejercen la tarea del optimismo y se resisten a anticipar el Apocalipsis aunque a veces desconfíen, como es natural, de las generaciones que los sucedieron. Irradian confianza y bondad, escuchan, cultivan el aprecio y han dejado atrás los odios.

Ante la duda, consultemos a los sabios. Promovamos los consejos de sabios en nuestras organizaciones, serán fundamentales en las crisis, nos enseñarán sensatez en la derrota y humildad ante el éxito. En la vida personal, busquemos compartir con ellos para ampliar el alma y el mundo. Hablemos también de escuchar con atención pero de saber cuándo ignorarlos, desobedecer y emprender nuestro propio camino; son sabios pero no perfectos. Ellos comprenden que un buen discípulo debe superar a su maestro, siempre estarán ahí, listos para ayudar o dar cariño, porque debe decirse, los verdaderos sabios son, ante todo, bellas y buenas personas. .

* Director de Comfama.

David Escobar Arango

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