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Columnistas | PUBLICADO EL 05 noviembre 2020

Un amigo es un bosque

Por Diego Aristizábaldesdeelcuarto@gmail.com

¿Cuándo fue la última vez que pensaste en un bosque o en un amigo? ¿Cuándo fue la última vez que creíste que el día no sería suficiente para los cientos de pendientes? Puede que todos tengamos afán en la vida, en algún instante, lo importante es que la vida no se convierta en eso, en un afán que te llene de amargura. Pero si por tu mente no se pasa de vez en vez un amigo y un bosque, debo decirte que estás fregado. Nada es más importante que esas dos combinaciones.

Justo una amiga me regaló esta semana un bosque, uno salvaje y peligroso, uno encantador y misterioso, uno que hace que te pierdas y te encuentres solo, “solo con los árboles. Solo con las flores y las águilas. Solo con el arroyo, las piedras y los peces. Solo con la montaña”, para que al fin te transformes.

“Yōkai” es un libro álbum de Carmen Chica y Manuel Marsol, editado por la editorial española Fulgencio Pimentel. Quienes no conozcan esta editorial, regálense unos minutos y descubran una de las categorías de la belleza. Las ilustraciones no pueden ser más hermosas, es un libro que hay que ver muchas veces para comprender los secretos que guarda la montaña, de ser necesario, con la ayuda de los yōkais que, según los japoneses, apariciones, guías, algunas buenas, otras malas, que saben cuándo alguien puede entrar para transformarse y seguir el camino.

El repartidor cruza la montaña cada día, dice la historia, pero hoy se le presenta un contratiempo. Parquea el camión rojo, que está marcado como Pispäs, envíos urgentes 24H, al borde de la montaña y se adentra en ella. Uno se queda un rato en esa imagen, en esa palabra, Pispäs, que significa “en un momento, con gran rapidez”. ¿Por qué será que cada día que pasa queremos que las cosas ocurran más rápido? Paso la página, respiro, y me digo que hoy es uno de esos días donde quiero entender mejor la calma, la espera. La velocidad de la Tierra es la misma, con algunas variaciones, dirán los científicos, pero quienes quieren que amanezca pronto o se acabe el día son los seres humanos, tan pendientes del reloj, como diría Cortázar, ¿acaso el chigüiro siente el peso de las horas? ¿Si algo no llega “a tiempo” qué cambia? La escala de lo importante se ha ido diluyendo con el afán, con la inmediatez tan inútil.

Un hombre que se detiene o se pierde por un instante en la naturaleza tiene la oportunidad de despertar. Un amigo es un bosque que puede ayudar a encontrarnos. Respirar amigos, saber que están ahí, es sentirnos vivos de verdad.

Diego Aristizábal

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