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Por eludir el riesgo de aumentar el grado ya inquietante de infoxicación me perdí el promocionadísimo partido de fútbol entre Colombia y Uruguay, así como las imágenes sobre la primera etapa de la casi inédita Vuelta a Colombia y muchísimas noticias más sobre todo lo que al parecer está pasando en la ciudad, el país y el mundo. Y en realidad nada me perdí. Tampoco dejé de actualizarme sobre las últimas contradicciones de políticos enconados y pugnaces. En cambio, seguí cultivando la vocación de cinéfilo, multiplicada en estos meses tan extraños por la amenaza del virus innombrable.
Todo sigue igual, porque la infodemia potenciada en este tiempo está convirtiendo el periodismo universal y local en una dimensión del gatopardismo, es decir de la estrategia diseñada por Lampedusa con esta simple consigna: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Es insoportable esa manía de atribuirle trascendentalidad a cualquier rumor, bulo, chisme o versión no confirmada, como si con eso estuviéramos asomándonos a un mundo nuevo. Me parece enfermiza esa persistencia en competir con el bombardeo de titulares y notas insustanciales. Admiro a los colegas periodistas por su consagración, su esfuerzo, su pasión vocacional. Pero harían mucho bien si contribuyeran a que los lectores, oyentes, televidentes y cibernautas tuviéramos algo de tiempo para analizar, comprender, explicar con cabeza fría todo lo que nos publican de modo invasivo.
Los vocablos infodemia e infoxicación no son tan nuevos como podría presumirse. No se inventaron con la arremetida del innombrable chino. Están en el léxico del español desde hace años. Acepto la sugerencia de un lector de explicar de qué se trata. Por infodemia se entiende la sobreabundancia de información sobre algún tema. Es una palabra formada de modo aceptable. Y por infoxicación se hace referencia a la sobrecarga de información, que impide profundizar en los asuntos tratados. El significado de ambas expresiones es sencillo y lógico.
Para salir más o menos indemne de la infodemia e inmune a la infoxicación hay fórmulas personales muy eficaces. La vacuna está a nuestro alcance: Primero, la calma y la sensatez: Aplicar el buen criterio, la sindéresis, para no llamarse a engaño. Luego, escoger fuentes informativas y medios periodísticos de calidad. Y no querer saberlo todo. ¿Para qué? La docta ignorancia, de Nicolás de Cusa y el “sólo se que nada se” de Sócrates. Además, administrar el tiempo con ánimo saludable. Y aprovechar las variadas formas útiles de entretenimiento, estudio y conversación. Nunca antes había estado en tantas reuniones y tertulias “virtuales” ni había conversado tanto con buenos amigos. Ni había visto tantas películas, en agradables funciones caseras diarias de matiné, vespertina y noche. Y no he perdido nada con que haya perdido la Selección.