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Columnistas | PUBLICADO EL 29 agosto 2020

Tejer una red

Por ALDO CIVICOaldo@aldocivico.com

En estos días me pregunté, ¿Es todavía posible cambiar? ¿Es todavía posible pensar en una política limpia? ¿En una política radicada en la ética y en valores positivos? Si me limito a observar lo que está pasando a nuestro alrededor, a las prácticas políticas que Medellín está padeciendo hoy, la respuesta es negativa. De hecho, pienso que hoy somos testigos de una profunda crisis de lo político y de la representación democrática. Estamos frente a una perversión de la política, la cual ha sido reducida a satisfacer intereses particulares, no declarados, y hasta criminales. En la oscuridad, lejos de la participación y de la veeduría de los ciudadanos, se reparten contratos, se trafican influencias, se cocinan alianzas, se firman compromisos, se compran votos. Hay un partido transversal de intereses particulares que está metiendo las manos sobre la ciudad. Es así que palabras nobles como, cambio, transparencia e independencia sirven como una cortina de humo detrás de la cual se negocian todo tipo de intereses. Estamos frente al fenómeno que en Italia se conoce como gattoparidismo: que todo cambie para que nada cambie.

Las prácticas degenerativas de la política terminan alejando y excluyendo a los ciudadanos de la participación en el gobierno de la ciudad. Entre más honda es la brecha entre ciudadanos y política, más amplio se hace el espacio para la corrupción, el excesivo poder de las maquinarias políticas, y los sobornos. La apatía y el cinismo que hoy existen entre muchos hacia la política son expresión de esta profunda crisis de representación democrática. De esto se aprovechan, felices, quienes están en política no por amor del bien común, sino por amor propio. Ya que así están las cosas, una respuesta eficaz a esta crisis de la política solo puede ser una iniciativa y una propuesta política; porque hay que devolverle la dignidad ética, cultural y de competencia. Hoy lo que se necesita es un proceso de renovación democrática.

Por eso, desde las distintas esquinas de la ciudad, desde el Picacho hasta el Poblado, podemos auspiciar la iniciativa de ciudadanos dedicados a resignificar la política. Hoy en Medellín hay que dar vida a una experiencia de democracia directa, expresión de un liderazgo diverso y colectivo. Como decía la gran antropóloga Margaret Mead: “Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos puede cambiar al mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado”. Hoy un pequeño y generoso grupo de ciudadanos, dejando a un lado egos, ambiciones personales y diferencias ideológicas, tiene que tejer una red entre quienes todavía no quieren tirar la toalla. Se trata de dar vida a una iniciativa política ciudadana innovadora que junte valores, propuestas, las pequeñas y grandes luchas diarias, hasta nuestras intransigencias. Quizás de esta manera sea posible demostrar que todavía se puede cambiar, practicar una política limpia en nombre de valores altos, poniendo al centro de su acción la dignidad de la persona humana. Porque cuando esto ocurre, solo hay espacio para un principio de responsabilidad, que hace a un lado al clientelismo y a la corrupción.

Aldo Civico

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