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Las inversiones globales en energías renovables para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París al 2030 y lograr la carbono neutralidad a mediados de siglo son descomunales. Estudios realizados por organismos internacionales, como la Agencia Internacional de Energía, la Agencia Internacional de Energías Renovables y Bloomberg New Energy Finance, estiman que, para llegar a las cero emisiones netas en 2050, el sector energético mundial debe invertir entre 4,5 y 5,8 trillones de dólares anuales. Los estudios sugieren además que, solo en las economías emergentes, las necesidades de inversión en energías limpias superan el trillón de dólares anuales para 2030. Finalmente, un informe de la consultora internacional McKinsey fue más allá y concluyó que si suman lo que se requiere para descarbonizar otras industrias como la construcción, agricultura, el transporte y el manejo de residuos, el total global asciende a 9,2 trillones de dólares anuales por los próximos 30 años. Para poner esta cifra en contexto, las inversiones anuales en descarbonización serían casi nueve puntos del PIB global actual o cerca de un 38 por ciento más de las necesidades de inversión en un escenario base.
Aunque un porcentaje de estas inversiones serán públicas, la mayor parte de ellas las deberá hacer el sector privado. Por lo tanto, es fundamental tener políticas públicas que nivelen la cancha para la incorporación de nuevas fuentes de energías, como la eólica y la solar, y nuevas tecnologías como la captura, uso y almacenamiento de carbono, hidrógeno de cero y bajas emisiones, movilidad eléctrica y almacenamiento de energía a gran escala, entre otras. Una de esas políticas es la elaboración de una taxonomía verde, la cual es una especie de diccionario o guía de inversión en actividades de mitigación y adaptación climática. Las taxonomías verdes son valiosas para inversionistas, emisores de bonos y empresas porque proporcionan criterios uniformes y definiciones estándar de lo que se considera verde. Generalmente, las taxonomías clasifican actividades económicas o proyectos como ambientalmente sostenibles si contribuyen sustancialmente a uno o más objetivos ambientales definidos por el país en cuestión, no causan un daño significativo a otros objetivos ambientales, y cumplen con unas garantías sociales mínimas en el área de influencia del proyecto.
A nivel mundial, la Unión Europea fue pionera en publicar una taxonomía oficial para clasificar actividades como ambientalmente sostenibles. La taxonomía de la UE enumera 67 actividades económicas que son responsables de más del 90 por ciento de las emisiones de carbono, y brinda orientación sobre la elección de actividades que contribuyen a seis objetivos ambientales priorizados por sus países miembros. En el hemisferio occidental, Colombia se convirtió en el primer país de toda la región en publicar una taxonomía verde en abril de 2022. En el caso colombiano, se identificaron 47 actividades económicas en 11 sectores productivos que pueden contribuir a lograr los objetivos climáticos y de transición energética. Tras la publicación, el Banco Mundial reconoció al país como pionero a nivel mundial en finanzas sostenibles y transición energética, destacando no solo la taxonomía sino la emisión de bonos verdes para financiar proyectos de acción climática*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York