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Por Manuel Jabois
DC ha anunciado que en el próximo ejemplar sobre Superman, su hijo Jonathan Kent, Jon, será bisexual. Lo ha hecho difundiendo una imagen del chico en la que se besa con un compañero del periódico en el que trabaja. Ha habido desconcierto porque al hijo nacido de la unión de un extraterrestre con superpoderes y una mujer le gusten los chicos. Ahora no solo puede levantar aviones y dar la vuelta al mundo en segundos, sino que tendrá también el superpoder de acostarse con hombres y mujeres. Esto último ha desconcertado a mucha gente, como es natural. Al fin y al cabo, todos podemos salvar el mundo, pero proclamar tu bisexualidad se llama “adoctrinamiento”.
La cuestión es que Superman no se hizo famoso en su momento por ser heterosexual. Nunca lo fue por eso, de hecho; la mayoría de la población lo es. Ahora ni siquiera se distorsiona la figura del Superman original, sino la de su descendencia. Es decir, estamos ante los hijos. El hombre del mañana es otro de los sobrenombres que se utilizan para denominar a Superman. ¿No es, pues, el hombre del mañana su hijo? ¿No lo serán los nuestros?
La única y exacta corrupción que puede padecer Superman es que deje de tener superpoderes, su descendencia también, y sus historias nos reproduzcan una vida lenta e insípida, que es la de los humanos; su partido de los domingos, las notas del niño, ansiolíticos, un mes en un matrimonio sin sexo, la hipoteca. Esas nubes negras que se ciernen sobre cualquier hogar y que no exigen una capa para evitar la destrucción del planeta, sino una impresionante y humanísima fuerza de voluntad para levantarse cada día sin querer convertirse en Lex Luthor.
El hijo de Superman, de esta manera, no pertenecerá a una minoría, sino a dos. La fama de Superman empezó en el colegio por pertenecer a una de ellas, la de los supermanes, y creció cuando pasó de minoría oprimida a potencialmente opresora. Hay muchas discusiones sobre él, tantas como lecturas pueden hacerse de sus cómics o de sus películas; la mía, poco aficionado, es que jamás entendí cómo un hombre con semejantes capacidades sobrehumanas y un impresionante horizonte profesional decidió meterse en la redacción de un periódico. Y ese apartado de la vida profesional de Superman me interesa mucho más que su vida sexual: si era buen reportero, si contrastaba la información de sus fuentes. Y, sobre todo: ¿era sensacionalista?, ¿publicaría de forma sensacionalista la salida del armario de una de esas figuras públicas a las que se le presume, al extremo de la invocación, su heterosexualidad?