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Somos maniqueos

A la sociedad no le importa qué es uno, sino de qué lado está de acuerdo con unos criterios establecidos intocables, con unas categorías en las que uno tiene que caber o no es nada ni nadie.

26 de agosto de 2023
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  • Somos maniqueos

Por Ernesto Ochoa Moreno - opinion@elcolombiano.com.co

Somos maniqueos. Irremediablemente. Rindiendo culto al doble principio. El bien y el mal. Aquí los buenos, allá los malos. Malsana tendencia a calificar, a clasificar, a rotular, a excomulgar, a anatematizar, a condenar a las tinieblas exteriores.

Maniqueos en todo. En moral, en arte, en literatura, en política, en religión, en la vida social. Nadie escapa. No es la crítica, sino la mirada inquisitorial. Uno no es simplemente, sino que tiene que ser esto o aquello. Si no se le puede clasificar, como a un animal en el zoológico, como a una cosa de museo, no sirve.

A la sociedad no le importa qué es uno, sino de qué lado está de acuerdo con unos criterios establecidos intocables, con unas categorías en las que uno tiene que caber o no es nada ni nadie.

Triste misión la de ser archiveros de la vida, asesinos de la novedad, del estremecimiento creador, de la originalidad. Ser o no ser. No hay lugar para los matices. Lo marcan a uno en la frente, o en el anca como a las reses. Bueno o malo. Santo o pecador. Bruto o inteligente. Católico o ateo. Liberal o conservador. Triunfador o fracasado. Cada uno con su ficha, con su nomenclatura, con sus datos y señales. Si no le cuadra lo establecido es un bicho raro. Qué penar.

Y allá, al frente del rebaño, los pontífices del maniqueísmo, con sus cencerros de trillados conceptos, arrastrando la grey. Usted por aquí, usted por allá. Cuidado con el lobo. Cuidado con los verdes pastos. No beber el agua de la fuente que corre por los lados. No mirar en torno. Todos en la fila.

A esto se reduce el pensar de nuestra sociedad. Lo he constatado estos días. Porque en un artículo alabé al presidente Petro en algún punto, alguien me abrió tamaños ojos asombrados: “¿Usted se volvió petrista?” Porque en otra ocasión elogié al inmolado Álvaro Gómez Hurtado, me señaló un dedo acusador: “alvarista”. Uno no puede hablar sin que lo tachen de todo. Insoportable.

En vísperas de elecciones se recrudece el maniqueísmo político. Y se escuda en bellas palabras. Fidelidad, disciplina, definición, orden. Lo importante es que no se piense, que no se exija, que no se cambie. Que uno no sea un mismo.

De ahí el desolador panorama de cansancio, de rutina, de desencanto que hay alrededor. Si alguien se atreve a pensar en nombre propio se torna incómodo e inconveniente. Si alguien intenta ser uno mismo se forma la algarabía, porque se está yendo del rebaño por torcidos caminos. Tan bueno que es todo bien ordenadito, sin sobresaltos ni rebeldías. Cómo suena de apacible el balido de la uniformidad. Cuidado: este camino lleva al cielo, ese otro al infierno. Hay que sacarles el cuerpo a las encrucijadas. Puro maniqueísmo..

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