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Columnistas | PUBLICADO EL 16 enero 2021

Sobre lecturas (9)

Por José Guillermo Ángel R.memoanjel5@gmail.com

Estación Estante Ciudad, no muy amplio, pero sí bien escogido, en el que se encuentran los libros pertinentes sobre el dónde estoy (barrio, la palabra comuna me parece atrabiliaria) y en qué condiciones urbanas. Libros que me sirven no solo para situarme y moverme sino para entender qué es la ciudad, hasta dónde puede llegar, cuáles son sus compuestos (servicios públicos, movilidad, urbe-esferas etc.) y cómo debe ser administrada (gerencial y políticamente) para que dé utilidades para una continua inversión y no se convierta en un espacio contaminado, ruidoso, densificado hasta el desorden y poco habitable, como bien pasa con las ciudades cuando estas no se manejan con base en el bien común, la salud pública, la educación debida y la productividad necesaria para que haya desarrollo (economía competitiva) y crecimiento (ciudadanos cada vez mejores). Así, estos libros, que a veces resultan siendo proféticos (son prospectivistas y megatendenciosos), tratan sobre experiencias, soluciones coyunturales, planeaciones correctas o las faltas de sentido con errores o delitos en urbanismo y política, debido a la corrupción.

Hoy en día todas las ciudades se parecen; se verticalizan, tienen problemas de movilidad y de abastecimiento de agua, son ruidosas y se densifican de manera desordenada. Esto ya lo había previsto Lewis Mumford en La ciudad en la historia, cuando hablaba (reforzando con ensayos en revistas) de las megalópolis (esa propensión a las ciudades deformes), la planeación incierta y la falta de un control severo para no perder la ruralidad, que es la que abastece a la ciudad con verduras, frutas y carne a bajos precios. Y a Mumford lo sigue Jane Jacobs con su Muerte y vida de las grandes ciudades, en la que habla de la desaparición de la calle y los pequeños negocios, quejándose de las unidades cerradas, del hombre solitario en el ascensor y lo que Darío Ruiz Gómez (autor de Medellín: diario de ciudad y Mirada de ciudad) llama la ciudad descafeinada y de mentiroso urbanismo.

La ciudad es una estructura moral (allí deben darse las buenas costumbres humanas) y no es un asunto para soñar o publicitar con slogans. No es un imaginario, como en el que a veces cae Edward Glaeser (El triunfo de las ciudades) y menos un trasplante, cosa que gusta mucho a los planeadores políticos. La ciudad tiene unos lenguajes y hay que verlos (Deyan Sudjic), fluye en nosotros mismos como en El libro de las ciudades, de Guillermo Cabrera Infante. Y hay que vivirla para que la tecnología no la vuelva un monstruo (La ciudad a lo lejos, Jean-Luc Nancy). Está ahí y nos debe abrazar, no abrasar.

Acotación: para mis clases en la Universidad escribí, al alimón con Gustavo Arango Soto, dos libros; Condición de ciudadanía y Conversando en Medellín. Y en ellos, teníamos claro que la ciudad debe ser gobernada por ciudadanos de ciudad y no por políticos rurales .

José Guillermo Ángel

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