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Columnistas | PUBLICADO EL 06 junio 2020

Sobre la seguridad en bases de datos

Por José Guillermo Ángelmemoanjel5@gmail.com

Estación Dispositivo, a la que llegan los ansiosos de la virtualidad, los seguidores del Gran Hermano (los controladores), los que existen porque están en una base de datos, los que son un número y no un nombre (como en los campos de concentración y exterminio nazi), los que a partir de una clave entran y salen, los que se determinan en colores rojo y verde (prohibido, permitido), los que no dan respuestas claras sino datos con información supuestamente precisa, los que ya casi son robots y se reconocen por clicks, y los muchos asustados que no saben si cambiar la libertad por seguridad (supuesta) o mantenerse en la marginalidad que genera no estar situados en lo virtual sino por fuera, en estado de no existencia. Y en este dispositivo, que sería un inicio sin saber qué pasará después, en lugar de certezas abundan las teorías de la conspiración.

Es claro que vivimos en un mundo electrónico (cajeros con dinero, entradas y salidas a lugares con vigilancia extrema, historias clínicas, prontuarios en proceso, rutas de viaje, información de por dónde viene la carga y el tiempo de entrega, acceso a base de datos según el tipo de formación, información que se prioriza por algoritmos, divertimentos para gente sola etc.) donde ya ni es necesario salir de casa si el trabajo es por redes o simplemente no se quiere estar en la calle. Y en medio de este espacio inundado por ondas electromagnéticas (se dice que las del 5G matan a los pájaros y podrían dañar el cerebro), nos ubican, nos enmarcan con base a nuestros gustos, a los que están muy implicados los espían y ya casi dejamos de ser personas, pues se habla de que seremos chips y estos darán la medida de qué tan buenos ciudadanos somos (como pasa en China).

El mundo de la electrónica de datos ciudadanos, que ya llega al tope de la sociedad esquizofrénica y al de la muchedumbre solitaria y vigilada, pone en tela de juicio los conceptos de libertad de pensamiento, movimiento y seguridad (permitirme ser una persona). Y si bien la electrónica determina el cumplimiento de deberes (les hace un seguimiento y mide su efectividad), mina derechos tan simples como el de vivir la intimidad, buscar mi propio lugar, decidir quién quiero ser o pasar desapercibido, creando mi pequeño mundo. Pero bueno, lo que antes era un mundo de ficción, ya es uno de control y quien se descontrole, pierde.

Acotación: Una de las preguntas sobre el control electrónico masivo es quién maneja los datos y con qué criterio. En el banco sabemos que es para manejar dinero, en la Universidad para medir nuestras competencias profesionales, en la clínica para seguir tratamientos, pero en toda la ciudad, no lo sabemos. Y esto es lo que intriga. Y más intrigan las respuestas de robot.

José Guillermo Ángel

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