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Estación Moral, a la que llegan personas dignas que han hecho de su vida espacios sin miedo, gentes con honra porque siguen las mejores tradiciones, filósofos que tratan de enseñar cómo vivir mejor y aplican en sí mismos lo que dicen (Baruj Spinoza fue uno), hombres y mujeres simples pero inteligentes porque acogen, no envidian ni codician. Y en esta fila, en la que hay maestros de vida (ellos son el ejemplo), también se cuelan los inmorales que tratan de convertir la ética en la justificación a sus daños, los que confunden libertad con libertinaje (esa desmesura de los esclavos), los que ejercen el egoísmo y sus formas enfermizas (paranoia, neurosis, histeria, obsesiones fijas, incluso la esquizofrenia), los engañadores y propagandistas políticos, los mentirosos y los serviles. Y, bueno, la moral está ahí, practicada por unos y mordida con rabia por otros.
Se ha dicho que el mal es propio de la condición humana, pero esto no es cierto. Lo que es propio de lo humano es la moral (la costumbre que permite la vida con dignidad), que hace posible la convivencia, crecimiento y progreso entre los hombres. Y esa moral se construye desde que estamos pequeños, convirtiéndola en camino para ser humanos (la educación debida, las creencias sin contradicción, la sana convivencia, el reconocimiento del otro, la verdad, etc.). Ahora, si el humano se deshumaniza (la codicia, las ansias de poder, el narcisismo, la mentira, etc.), lo que aparece es el desorden, los daños a la vida (que incluye dañar la naturaleza), la destrucción del concepto Patria y, al final, el destrozo del deshumano por otro deshumanizado.
Lo humano es una construcción: ser útiles y trabajar con otros, ser confiables haciendo y diciendo lo que es, ser gente de hablar bien (todos los males salen por la boca, dicen los rabinos), ser sacralizando lo esencial (el agua, el aire, las tierras productivas, las buenas industrias). Lo humano es Ser para que estar vivo sea bueno. Y algo más importante: lo humano nos hace libres, en tanto que lo deshumanizado (compuesto por actos inmorales) esclaviza, pervierte, causa daños irreparables (el corrupto no puede dejar de serlo) y merma inteligencia porque la falta de humanidad contiene miedo, rencor e infiernos en todas las direcciones. Y se podrá decir que lo anterior parece la cháchara de un moralista delirante y asoleado, pero aclaro: la moral ha permitido aprender sin problemas, hablar en orden para escribir, bailar cuando la fiesta es buena, comer de lo mejor en compañía, tener amigos serios, entender la técnica como herramienta y darle sentido al mirar, el oír y el sentir.
Acotación: La naturaleza es moral (aunque el marqués de Sade decía que era pervertida) porque, pase lo que pase, siempre regresa a sus fundamentos esenciales. Claro que esa naturaleza, que sería nuestro ejemplo, la estamos haciendo desaparecer. Y bueno...