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Estación Caída, a la que llegan inviernos que desmoronan montañas debido a la filtración de aguas y movimiento indebido de tierras, constructores que siguieron las normas legales (con muchos puntos en letra chiquita), pero no exactamente las de la ingeniería clásica (basadas en la experticia lograda en el tiempo), que dicen cómo construir y dónde, con qué materiales y alturas, determinando márgenes para cargas vivas y muertas de acuerdo con el terreno y el historial de la zona. Y, en esa fila, los siguen jefes de marketing que aseguran que con cambiar la imagen de la marca se mejora el mercado porque se llega a nuevos nichos más modernos y con dinero (lo que no funciona en sociedades pobres), ayudados por los que aplican la reducflación (sostener precios reduciendo contenido o mermando calidad) y los que no saben qué hacer con el dólar, que no fluctúa solo por emociones políticas, sino por razones reales como importar lo que se puede producir en el país, ajustarse a vender materias primas (energías sucias) cada vez a menor precio y generar desbordes de compra de esta divisa entre las gentes, lo que afecta las reservas. Y sigue la caída.
Caerse por malas decisiones o aplicaciones indebidas ha sido una fuente de información sobre errores, atrasos y confusión. Por la historia sabemos a lo que llega la ignorancia y el no querer ver los problemas, la codicia que permite todo tipo de corrupciones y el servilismo que conduce a que solo uno tenga la razón y los otros no, como en los totalitarismos. Y en este siglo que vivimos, en el que mucha gente se mira al espejo no para verse como está, sino para alentar su narcisismo, estamos cayendo por todas partes, tanto en la economía (producción desacertada, trabajos que dejan de ser dignos, desmesura en utilidades) como en la ética (que ya pareciera una palabra en extinción), las relaciones internacionales (que ya son furiosas) y los gobiernos (casi todos ejercidos por gente enloquecida o corrupta).
Sabemos que una caída se debe a límites que no se tuvieron en cuenta, a no seguir el camino correcto creyendo que se podían saltar obstáculos o a caminar a las carreras sin mirar por dónde se va (lo que ha pasado con las sanciones económicas de la guerra híbrida). Y en la caída en que estamos, con un planeta pidiendo compasión y unas decisiones mediadas por la codicia, todos somos arrastrados como ese barquito de papel que cayó en una alcantarilla. Y en la caída se pierden la inteligencia, los puntos de apoyo (valores, principios y leyes), la seguridad comunitaria y el sentido de la vida. Y ahí estamos, muy agresivos.
Acotación: Se habla de salud mental, de mejores hábitos, pero son solo palabras que entran en contradicción con los hechos. En la caída, lo primero que hay que hacer es parar y mirar